maximas estrellas del futbol pdf 1 copia portadaINTRODUCCION: Los orígenes del fútbol se sitúan en el Japón, unos mil años a. de J.C. Era un juego que enfrenta­ba a dos bandos que, compuestos por mucha gen­te, se disputaban un balón con las manos y las piernas. El terreno de juego era cuadrado, de di­mensiones variables y los ángulos estaban marca­dos por un pino al N.O., un cerezo al S.O., un arce al N.E. y un sauce al S.E. En Grecia, y sin remontarnos a épocas tan leja­nas, se encuentran los primeros vestigios del fút­bol occidental. Con motivo de las Olimpiadas se practicaba el "Sfoeris Machis" o "Esfezomaquia", juego empleado principalmente para entrenar a los soldados. En Roma apareció el Haspartum juego de ac­tividad brutal y violenta que consistía en enfren­tar dos bandos compuestos por un número il imitado de hombres, que debían empujar y golpear con el puño (encerrado en una especie de guantalete) una vejiga llena 'de aire o arena hasta conseguir traspasar una línea marcada en el campo enemi­go. Con motivo de los viajes y conquistas de las le­giones romanas se cree que este juego llegó a las Islas Británicas donde obtuvo un gran éxito. Por su parte, los franceses afirman que el origen del fútbol se deriva del juego de la «Choule» o "Joule" que se practicaba a principios del siglo XIV y se trataba de empujar un balón de cuero, re­lleno de hierba o de aire, hasta una pared límite pa­ra conseguir un tanto. Pero el juego que guarda más semejanzas con el fútbol actual es el Calcio Italiano o «Gioco del Cal­cio». Era un deporte de invierno (sólo se jugaba du­rante el primer trimestre del año). Se practicaba en cualquier plaza pública que reuniera las caracte­rísticas exigidas por el reglamento; debía haber unas líneas laterales y una de puerta que, al ser traspasada por el balón, significaba un tanto. El balón podía ser golpeado con el pie o con la mano, pero, en este último caso, si se elevaba por encima de la cabeza, se incurría en falta. Había seis árbi­tros que dirigían el juego sentado y cada equipo estaba compuesto por 27 jugadores que se dispo­nían de la siguiente forma: 3 defensas, 4 tres cuar­tos, 5 medios y 15 delanteros. El Calcio, como todos los otros juegos enuncia­dos que se atribuyen la paternidad del fútbol, era un juego bruto y violento donde valían las zancadi­llas, agarrones y toda clase de marrullerías y en el que la técnica y la táctica brillaban por su ausen­cia. El fútbol como juego moderno nació en In/ate­rra en 1.863. En este año se creó, en Londres, la Football Association y unos años más tarde, en 1.885, aparece la primera reglamentación sobre es­te fuego, que apenas presenta modificaciones res­pecto al reglamento que rige en la actualidad. Por tanto, el fútbol propiamente dicho tiene algo más de un siglo de vida y, durante este período de tiem­po, ha conseguido el imperio más espectacular que jamás haya logrado otro deporte, ya que alre­dedor de este espectáculo giran infinidad de ambi­ciones, sueños, organizaciones, dineros y sobor­nos, que hacen del fútbol el deporte más contro­vertido que haya existido jamás.

LOS MUNDIALES DE FUTBOL: La historia de los Campeonatos Mundiales de Fútbol se remonta al año 1.930 cuando se celebró en Uruguay el primer Campeonato. El país anfitrión de estos campeonatos, Uru­guay, fue quien conquistó la primera plaza, ganan­do en una final emocionantísima a Argentina por 4 goles a 2. De esta manera, Uruguay país que ya conquis­tara las Olimpiadas de 1.924 y 1.928 tuvo el me­recido premio por el enorme despliegue económi­co y el buen juego realizado, así como por el entu­siasmo mostrado por todo el pueblo uruguayo du­rante la celebración deportiva. En 1.934 se celebró en Italia el segundo Campeo­nato Mundial de Fútbol en el que, como el año an­terior, ganó el país organizador, en este caso Italia. Italia vencía a Checoslovaquia en la final por 2-1, mientras para el tercer y cuarto puesto Alema­nia vencía a Austria por 3-2. Francia acogió en 1.938 el tercer Campeonato Mundial en el que, a diferencia de los dos anterio­res, el país anfitrión no consiguió la primera plaza. Francia se vio apeada por Italia en la eliminatoria de cuartos de final por un resultado de 3-1 que po­nía fin a sus veladas esperanzas de conseguir el cetro mundial. Fue precisamente Italia quien se proclamó campeona al vencer en la final a Hungría por un claro 4-2. Para el tercer y cuarto puesto, Brasil que junto con Cuba eran los únicos representantes sudame­ricanos ganó a Suecia por 4 goles a 2. Brasil fue designada como sede para la celebra­ción del cuarto Campeonato del Mundo a celebrar en 1.950 tras el paréntesis de la II Guerra Mundial. La participación sudamericana fue muy amplia y se vio coronada por el éxito al alcanzar las dos pri­meras plazas, no sin la sorpresa de que Uruguay venciera a Brasil país anfitrión por 2-1. Suecia al ganar a España por 3-1 ocupó la terce­ra plaza. El quinto Mundial tuvo lugar en Suiza donde se contó con la participación de Israel y Turquía por vez primera y donde la representación-sudamerica­na quedaba limitada a los equipos de Brasil, México y Uruguay. En la final, el potente equipo húngaro formado por los Kocsis, Czibor, Puskas y compañía cayó sorprendentemente derrotado por Alemania en Berna por el resultado de 3 a 2. Por su parte, Uruguay tuvo que conformarse con la cuarta plaza al perder contra Austria por 3 goles a uno. En el sexto Campeonato del Mundo, celebrado en Suecia, cabe destacar la presencia de un nuevo país: La Unión Soviética; la participación, también por primera vez, del mejor futbolista de todos los tiempos: Pelé; y la consecución por parte de un so­lo hombre, el francés Just Fontaine, de 13 goles. En realidad, aquí es donde se inicia la tremenda ascensión del conjunto carioca, que apoyado prin­cipalmente en Pelé, pero también contando con el concurso de excelentes jugadores como Garrin­cha, Vavá, Zagalo, Didí y un largo etcétera, le ha llevado al prestigio del que todavía hoy goza. En la final el fabuloso equipo brasileño vencía a los propios anfitriones Suecia por un rotundo 5 a 2, con goles de Vavá (2), Pelé (2) y Zagalo para Brasil y de Liedholun y Simonsson para Suecia. Para el tercer y cuarto puesto, Francia con su monstruo goleador Just Fontaine venció amplia­mente a la R.F.A. por 6 a 3. En 1.962, tan sólo dos años después de los terre­motos y erupciones volcánicas que asolaron a Chi­le, se organizó en este país el séptimo Campeonato del Mundo. El Mundial de Chile, consi­derado como un modelo de organización y buen funcionamiento, finalizó con la victoria de Brasil sobre Checoslovaquia por tres goles a uno, si­guiendo así la hegemonía de los cariocas en el concierto mundial. Por su parte, el país anfitrión, Chile, alcanzaba el tercer puesto al ganar por 1-0 a Yugoslavia. En el octavo Campeonato Mundial de 1.966 se volvió a producir un nuevo triunfo del país organi­zador: Inglaterra conquistó la primera plaza al ga­nar por 4-2 a la R.F.A. siendo necesaria una prórro­ga para desequilibrar el 2 a 2 que campeaba en el marcador al final de los noventa minutos. El partido que dilucidaba el tercer y cuarto pues­to del Campeonato enfrentó a dos selecciones en pleno auge: Portugal y la URSS. Los portugueses vencieron a los rusos por un apretado 2 a 1. El noveno Campeonato del Mundo celebrado en México en 1.970, supuso la tercera victo­ria del equipo de Brasil que, junto a Pelé, había con­seguido reunir un gran equipo plagado de estrellas: Tostao, Jairzinho, Gerson, Carlos Alberto, Clodoaldo, etc. La final enfrentó a brasileños e italianos, ganan­do los primeros por un claro 4 a 1. Alemania Occidental volvía a estar entre los pri­meros puestos al ganar por 1 gol a 0 a Uruguay y conseguir la tercera plaza. Con la retirada de Pelé de fútbol activo, el Mun­dial de Alemania de 1.974  parecía que no iba a contar con una figura rutilante. Los equipos europeos y sobre todo Alemania y Holanda dieron emoción a este Campeonato en el que surgieron dos nuevas estrellas: el alemán Franz Beckenbauer que ya había participado en el mundial anterior y Johan Cruyff el holandés que en opinión de muchos ha sido el sucesor de Pelé. La final la disputaron los equipos de Alemania y Holanda, venciendo los germanos por un apretado 2 a 1. Otra vez se ponía de manifiesto la importan­cia decisiva del factor ambiente-campo en el de­senlace del Campeonato.Y llegamos en 1978 al Mundial de Argentina que ha sido calificado por algunos, como el más mun­dial de todos los Campeonatos hasta el momento celebrados. Gracias a la magia de la televisión, es­te mundial ha trascendido al mundo entero. En Argentina se dieron cita un selecto plantel de 16 equipos que llegaron tras pasar unas eliminato­rias previas, distribuidas en zona europea, asiáti­ca, grupo de la CONCACAF (América Central, del Norte y Caribe), la zona africana, y la sudamerica­na. La final la jugaron Argentina y Holanda en un es­tadio completamente lleno y con un ambiente ex­traordinario; el país estaba ilusionado en obtener el gran triunfo que perseguían desde 1.930. Argentina ganó por tres goles a uno y el país era una fiesta. Toda Argentina salió a la calle gritando: «Al fin Campeones». El juego desarrollado por Argentina en este campeonato fue espectacular. Dejando de lado to­da especulación, toda reserva y timidez, Argentina se volcó con apremio de cara al gol. Los partidos tenían un planteamiento ofensivo, sin tener en cuenta si el coeficiente era favorable o no, sin es­tar pendiente de favores de terceros, sin echar las culpas a nadie. La gran derrotada fue Alemania quién a falta de dos minutos para concluir el partido con Austria tenía el billete para la final. Sin embargo, en el mi­nuto 87 del encuentro, el austriaco Krankl en una jugada personal rompía el empate el resultado definitivo de 3 a 2, dando al traste con todas las ilusiones germanas que veían cómo su gran rival Holanda ocupaba su puesto. Por su parte, Italia y Brasil disputaron la "final pequeña" para deliberar la tercera y cuarta plaza sin deparar un buen partido. Ganó Brasil por dos goles a uno, clasificándose en tercer lugar gel cam­peonato sin haber perdido ningún partido.

EL TERRENO DE JUEGO: El campo de fútbol es un terreno rectangular de una longitud 'máxima de 120 metros (90 m. como mínimo) y de una anchura máxima de 90 metros (45 m. como mínimo). Las líneas que marcan el campo, no pueden ser más anchas de 12 cros. Las que limitan su longitud se llaman líneas de fondo o de meta y son más cor­tas; las que limitan su anchura son las líneas de banda y son más largas. En cada una de las 4 es­quinas se pone una banderola, cuya asta mide 1,50 y no puede ser puntiaguda.

EL CENTRO DEL CAMPO: Se marca con un punto, alrededor del cual se traza una circunferencia de 9,15 m. de radio. La lí­nea de medio campo es la que divide el terreno de juego en dos mitades, pasa por el centro del cam­po y va de una línea de banda a otra.

EL AREA DE META: Se marcan dos líneas perpendiculares a la línea de fondo —en cada extremo del campo— distan­ciadas 5,50 mts. de los postes. Sus extremos se unen mediante una línea paralela a la línea de me­ta, que tendrá una longitud de 18,32 m. (5,50 + 7,32 + 5,50). El espacio delimitado por estas líneas y la de fondo, es el área de meta.

EL AREA DE PENALTY I": En cada extremo del campo y a una distancia de 16,50 m. de cada poste, se marcan dos líneas per­pendiculares a la línea de fondo de una longitud de 16,50 m. Sus extremos se unen con una línea de 40,32 m. paralela a la línea de meta. El espacio de­limitado por todas estas líneas es el área de pe­nalty El punto de penalty se marca dentro de esta área, a 11 m. de la línea de meta, en el centro y so­bre una línea imaginaria perpendicular a la línea de fondo. Tomando como centro este punto de pe­nalty, se marca un arco de circunferencia en el ex­terior de cada área, cuyo radio será de 9,15 m. EL AREA DE ESQUINA 1: En las cuatro esquinas del terreno de juego se marcan cuatro arcos de circunferencia de un me­tro de radio, medido desde cada banderín de esqui­na.

LOS MARCOS: En la línea de meta se colocan dos postes verti­cales separados 7,32 m. entre sí, de 2,44 m. de altu­ra cada uno de ellos, y de 12 cm. de grosor. Los dos postes, equidistantes de las banderolas de esquina, están unidos en sus extremos superiores por un larguero horizontal cuyo grosor es también, de 12 cm. Se colocan unas redes enganchadas a los pos­tes, al larguero y al suelo por detrás de las porte­rías.

EL MATERIAL: El fútbol se juega con un balón de forma esféri­ca, hecho de cuero o de otro material homologado. El balón tiene un peso máximo de 453 gramos y mínimo de 396 gr. Su circunferencia oscila entre los 71 y los 68 cm. y la presión será de 0.6 — 0.7 at­mósferas. El jugador no puede utilizar en su indumentaria ningún objeto que pueda resultar peligroso para otros jugadores. Todos los jugadores de un equipo llevarán la misma indumentaria, compuesta por camiseta, pantalón corto, medias o calcetines y botas. Únicamente el guardameta podrá emplear co­lores distintos para diferenciarse de los otros jugadores y del árbitro. Por lo que respecta al calzado, debe satisfacer las siguientes condiciones: Tiras de cuero o caucho, transversales y planas, de 12,7 mm. de largo. Los tacos que están montados sobre la suela de forma independiente, son de cuero, plástico, aluminio o material similar, son recambiables, y su diámetro es de 12,7 mm. como mínimo. Ex­cepto la parte que forma la base de los tacos, que no debe sobresalir de la suela más de 6 ó 6,35 mm., son redondos y planos. Los tacos que forman parte integral de la suela, no son reemplazables, acostumbran a ser de goma, plástico o algún material suave similar. En la suela habrá unos diez tacos como míni­mo, de 10 mm. de diámetro En la suela se pueden combinar tiras y tacos, siempre que el conjunto responda a las exigen­cias mencionadas, no pudiendo tener más de 19 mm. de espesor. En caso de que se utilicen clavos, se deberán hundir a ras de la suela.

LOS JUGADORES: Un partido lo juegan dos equipos compuestos por once jugadores cada uno, de los que uno ac­tuará como guardameta o portero. Los jugadores suplentes, el entrenador, masajista y médico ocu­parán un lugar en el banquillo. En cualquier tipo de competición oficial regida por la F.I.F.A. (Federación Internacional de Fútbol Asociación) se admiten dos sustituciones. El juga­dor sustituido bajo ningún concepto puede volver a participar en el partido. Se llevan a cabo de la siguiente manera: El árbitro será informado de la sustitución mo­mentos antes de que se efectúe. El jugador-sustituto no puede entrar en el cam­po de juego hasta que el compañero al que sus­tituye lo haya abandonado y siempre tras la autorización del árbitro. El sustituto entrará al terreno por su línea me-
día y durante una interrupción del partido.

LOS JUECES: Por lo que respecta a los jueces, se designará un árbitro principal para dirigir el partido, cuya competencia y ejercicio de poderes le vienen dadas por las Reglas del Juego. Es El encargado de aplicar las reglas. Se abstendrá de castigar en aquellos casos en que, de hacerlo, favoreciera al equipo infrac¬tor. Ejerce la función de cronometrador, cuida de que el partido tenga la duración reglamentaria, pudiendo descontar el tiempo perdido en el transcurso del juego por motivos accidentales (lesión, pérdida de balón, etc.) y toma nota de todas las incidencias que ocurran (sustitucio¬nes, tarjetas, etc.). El árbitro tiene derecho a detener el juego cuando se cometan infracciones, o an interrumpirlo o suspenderlo definitivamente cuando por causa de las condiciones climatológicas, de la intervención de los espectadores u otros motivos, lo estime oportuno. En este ultimo de las incidencias al organismo competente bajo cuya jurisdicción se juegue el partido, en el plazo de tiempo y en la forma que determine la organización. Tiene facultad de amonestar al jugador que adopte una actitud incorrecta e incluso de expulsarlo en caso de reincidencia o de falta muy grave, como por ejemplo conducta violen¬ta, brutalidad, injurias, protestas airadas, etc. En el terreno de juego, no permitirá que nadie, salvo los jugadores y los jueces de línea Si un jugador queda tendido en el suelo por lesión puede detener el juego y hacerlo transportar fuera del campo para que sea atendido, reanudando el juego a continuación. Si la lesion es leve no es necesario detener el juego.        

Los jueces de línea: Son dos jueces designados para cada partido cuya misión es ayudar a los árbitros. Son los encargados de indicar las posiciones de fuera de juego, los saques de esquinas, de banda y de meta, mediante unos banderines facilitados por el equipo local. La autoridad del árbitro está por enci­ma de la de sus jueces de línea, por lo que la indi­cación de los «limiers» podrá, o no, ser tenida en cuenta por el juez principal.

DURACION DEL PARTIDO: Un partido se compone de dos tiempos iguales de 45 minutos cada uno, teniendo en cuenta que el árbitro puede añadir un tiempo extra como com­pensación del que se ha perdido en el transcurso del juego por motivo accidental. Del mismo modo, la duración de cada período puede ser ampliada para permitir la ejecución de un penalty. El des­canso entre los dos tiempos suele ser de 15 minu­tos. En caso de error por parte del árbitro, no se permite añadir o quitar al segundo período lo que falta o sobra del anterior. Cualquier pérdida delibe­rada de tiempo será tenida en cuenta por el árbitro, descontando al final el tiempo perdido. En el trans­curso del partido el tiempo se rige por el reloj del árbitro careciendo de valor oficial los que se hallen instalados en el campo. El poder disciplinario del árbitro se mantiene ín­tegro durante el descanso. En caso de que se juegue más tiempo del regla­mentario, se consiga un gol decisivo en este perío­do y el árbitro, tras darlo por válido, se da cuenta de su error, no puede anularlo, sino que debe dar cuenta de todo ello en el Acta, para que sea el Co­mité de Competición quien decida sobre la validez del resultado o la repetición del partido.

INICIO DEL PARTIDO: Un partido se inicia con el saque de salida que, junto con la elección del campo, se sortea median­te una moneda entre los dos capitanes. El saque de salida se ejecuta tras el pitido ini­cial del árbitro, golpeando ligeramente la pelota que se halla parada en el punto central del campo, enviándola sobre el compañero que se halla más próximo. La pelota debe rebasar la línea divisoria de los dos campos. Todos los jugadores del equipo que realiza el sa­que de centro deben estar en su propio campo y los jugadores del equipo contrario deben mante­nerse a una distancia de 9,15 m. del balón antes de ejecutarse el saque. El balón entra en juego cuan­do ha recorrido una distancia igual a su circunfe­rencia. Este saque de salida se ejecuta, además, des­pués de que un equipo haya conseguido marcar un gol, haciéndolo efectivo el equipo contrario. Tam­bién se realiza en el inicio de la segunda parte del partido, efectuándolo tras haber cambiado de campo, un jugador del bando contrario al que hizo el saque de comienzo. Después de un saque de salida no se puede con­seguir directamente un gol. Si el jugador que efec­túa el saque vuelve a tocar el balón por segunda vez consecutiva se sanciona a su equipo con una falta (libre indirecto) en el sitio en que ha sido co­metida la infracción. Para reanudar el juego después de una interrup­ción temporal del mismo provocada por una causa no contemplada en las Reglas, el árbitro cogerá el balón entre sus manos y lo dejará caer al suelo en­tre dos jugadores adversarios para que, justo des­pués de contactar con el suelo, se disputen la po­sesión del balón (saque neutral). Si el árbitro pone así el balón en juego, y antes de que lo toque nadie sale por la línea de banda o de me­ta, el árbitro deberá repetir la acción. En el transcurso de un partido un balón está fue­ra de juego cuando traspasa completamente una línea de banda o de meta, o cuando el árbitro hace sonar su silbato para interrumpir el juego. De esta manera, podemos considerar que el balón está en juego en todo otro momento desde el comienzo hasta el final del encuentro, incluso si rebota en los postes, en el larguero, en el ban­derín de córner, en el árbitro o en un juez de línea situado dentro del campo.

 

EL GOL: Un gol se consigue cuando el balón salvo en las excepciones previstas en las reglas traspa­sa totalmente la línea de meta, introduciéndose en el marco entre los dos postes y bajo el largue­ro Los goles son los que deciden el resultado de un partido. El equipo que consiga mayor número de ellos es el que gana; si ambos equipos han lo­grado los mismos goles o no han conseguido ninguno, el resultado es el empate. Sepamos ahora cuales son las excepciones previstas en las reglas, es decir, cuándo no se pue­de dar validez a un gol: Cuando el balón ha sido lanzado, intenciona­damente, con el brazo o la mano, por un juga­dor del bando atacante. Aplicación del regla­mento: golpe franco indirecto. Cuando se consigue directamente de un sa­que de centro. Aplicación del Reglamento: sa­que de puerta. Si lo consigue un jugador en posición de fuera de juego. Aplicación del Reglamento: golpe franco indirecto. Si lo consigue un jugador que, aunque en posi­ción correcta, tiene un compañero situado en fuera de juego que interviene de un modo di­recto o indirecto en el desarrollo de la jugada (obstaculizar al portero, limitarle la visión, des­viar su atención, etc.). Aplicación del Regla­mento: golpe franco indirecto. Cuando se consigue directamente de un sa­que neutral, sin que ningún jugador haya toca­do el balón. Aplicación del Reglamento: repeti­ción del saque neutral. Si se logra en forma directa en un saque de banda, sin que nadie lo toque. Aplicación del Reglamento: si el jugador que hace el saque introduce el balón en su propia portería se so­luciona con un saque de esquina favorable al equipo contrario. Si el «gol» se consigue en la portería adversaria, la sanción es saque de puerta. Cuando se logra con la intervención de un cuerpo extraño, esto es, un palo, hierro, etc. en posesión del jugador. Aplicación del Regla­mento: golpe franco y amonestación, o expul­sión. En caso de que la aparición del cuerpo extraño sea accidental, la solución será un sa­que neutral desde el lugar donde se produjo el contacto (contacto con un animal, especta­dor, etc.). Si se consigue tras una carga ilegal al portero. Aplicación del Reglamento: si la carga es vio­lenta o peligrosa, se sancionará al equipo in­fractor con un golpe franco directo; si la carga ilegal se hace tan sólo fuera de tiempo, el gol­pe franco será indirecto. Cuando se marca directamente en el saque de un «libre indirecto» en la propia portería del equipo ofendido. Aplicación del Reglamento: saque de esquina. Cuando el balón entra en el marco hallándose deshinchado de forma antirreglamentaria. El árbitro deberá dar saque neutral en el sitio donde se inició el deshinchamiento Cuando al ejecutar y transformar un penalty, un compañero del jugador que lo lanza entra en el área antes de que se produzca el lanza­miento. Aplicación del Reglamento: se anula el gol y se vuelve a repetir el penalty. Cuando el jugador que lanza el penalty lo hace hacia atrás para que un compañero suyo lo re­mate a gol. Aplicación del Reglamento: se anula y se repite el lanzamiento Si se consigue que el balón traspase la línea de meta después de que el árbitro haya hecho sonar su silbato señalando una falta previa. Aplicación del Reglamento: no se contabiliza la transformación y se pone el balón en juego desde el lugar donde se ha producido la infrac­ción. En caso de que al árbitro se le haya caído el silbato y señale la falta mediante movimien­tos de brazos o advertencias verbales, el de­senlace será el mismo. Si justo en el momento antes de entrar el ba­lón en el marco, se produce un desprendimien­to del larguero. Si el gol es conseguido por un jugador que en la misma jugada sale voluntariamente del te­rreno de juego por cuestiones tácticas, y vuelve a entrar en él sin el consentimiento del árbi­tro para marcar el tanto. Si el gol se consigue cuando el árbitro señala el final de tiempo reglamentario.

LA REGLA DE FUERA DE JUEGO O «OFF-SIDE»: Un jugador está en posición antirreglamentaria de fuera de juego, cuando se encuentra más próxi­mo a la línea de gol contraria que el balón, salvo en los dos casos siguientes: cuando el jugador se encuentra en la mitad co­rrespondiente a su propio terreno. que entre él y la línea de meta contraria se en­cuentren por lo menos dos jugadores adversa­rios. La posición de fuera de juego de un jugador será sancionada cuando, según el árbitro, interfiera el juego de un adversario o trate de sacar provecho de esta posición ilegal. Un jugador no será sancionado con posición an­tirreglamentaria cuando se encuentra en posición de fuera de juego pero no interviene para nada en la jugada; o cuando, en esa posición, recibe el ba­lón directamente de un saque de meta, de banda, de esquina o neutral. Cuando el árbitro sanciona una posición de fue­ra de juego, el equipo contrario pondrá el balón en juego desde el sitio donde se cometió la falta. Si el fuera de juego se produce en el interior de la línea de meta contraria, el tiro libre se lanzará desde cualquier lugar dentro de la mitad del área de me­ta.

¿Cómo se juzga un fuera de juego?: La posición de un jugador no se debe juzgar en el momento en que recibe el balón sino en el ins­tante en que le es enviado por un compañero. Así, por ejemplo, si un jugador no se encuentra en posi­ción de fuera de juego cuando un compañero le en­vía un pase, pero mientras éste le llega a su poder se adelanta a los contrarios, este jugador no ha co­metido infracción por fuera de juego. Si en un saque de falta, el guardameta, que sólo tiene a un compañero a su lado para provocar el fuera de juego de los atacantes, se coloca dentro de su propia portería, el árbitro no debe considerar posición antirreglamentaria de los jugadores ata­cantes por lo que no interrumpirá el juego. Un jugador que está en posición de fuera de jue­go y a fin de no infringirlo se sale del terreno por la línea de meta o de fondo, no comete infracción. Si un defensa comete, premeditadamente, una falta a un atacante que está en posición de fuera de juego en el interior del área sin tratar de jugar el balón, se castigará la acción con penalty a favor del equipo atacante.

¿En qué casos un jugador no está fuera de juego cualquiera que sea su posición?: Después de un saque de portería. Cuando recibe el balón directamente de un sa­que de esquina. En un saque de banda, si el balón le llega direc­tamente a él. En un saque neutral, si le viene directo a él. Cuando se encuentra pisando la línea central o está dentro de su propio campo de defensa. Cuando el balón le viene cedido de un contrario. Si el jugador recibe el balón de un compañero que está en posición más adelantada. Cuando entre el jugador que recibe el balón y la línea de meta se hallan dos jugadores del bando contrario.

FALTAS O INFRACCIONES AL REGLAMENTO: Cuando un jugador comete de forma intenciona­da una de las acciones siguientes se le castigará con falta, concediéndose al equipo contrario un «golpe franco directo» a lanzar desde el mismo lu­gar donde fue cometida la infracción: Dar una patada a un jugador contrario. Ponerle la zancadilla, ya sea mediante la pierna o agachándose por delante o por detrás. Sujetarlo. Hacerle una carga violenta o peligrosa. Cargarle por detrás sin que el atacante haya he­cho obstrucción. Empujarlo. Saltar sobre el contrario. Golpearlo o escupirlo. Jugar el balón con la mano o el brazo. Si alguna de estas faltas se comete en el área de meta contraria, el tiro libre se podrá lanzar des­de cualquier punto de la mitad de esta área. Si un defensa comete intencionadamente algu­na de estas infracciones dentro de su área de pe­nalty, se castigará a su equipo con penalty, siem­pre que el balón esté en juego y sea cual fuere la posición del balón en ese instante. Cuando un jugador comete una de las siguien­tes faltas se castigará a su equipo con falta, con­cediéndose al equipo contrario un tiro libre indi­recto, a lanzar desde el mismo sitio donde se co­metió la infracción: Estimar el árbitro que un jugador ha incurrido en juego peligroso (por ejemplo, intentar arrebatar el balón de las manos del portero mediante una patada, etc., Hacer una carga legal cuando el balón no está en distancia de juego. Obstruir de manera intencionada a un contrario sin estar el balón en juego entre ellos dos. Cargar al portero, excepto cuando éste se en­cuentre en posesión del balón fuera del área de meta u obstruyendo a un contrario. Utilizar el portero una táctica que, a juicio del árbitro, constituya una pérdida deliberada de tiempo, dar más de cuatro pasos reteniendo el balón en sus manos, botarlo o lanzarlo al aire y volverlo a coger sin que pueda jugarlo nadie más. El árbitro debe amonestar al jugador que realice lo siguiente: Entrar en el terreno de juego, después de haber­ío abandonado, cuando el balón se halle en jue­go y sin su permiso. En este caso, el árbitro de; tiene el juego para llevar a cabo la amonesta­ción. Se reanuda mediante un golpe franco indi­recto favorable al equipo contrario, a lanzar des­de el lugar donde se encontraba el balón en el momento de la detención. Reincidir varias veces en infringir el reglamen­to.  Reprobar al árbitro, mediante palabras o ges­tos, cualquier decisión. Ser culpable de cualquier conducta incorrecta. Interceptar el balón con la mano, especialmen­te si el jugador reincide en la acción. Sea culpable de una acción violenta. Incurra en injurias o en actitud grosera. Después de haber sido ya amonestado reincide en una conducta incorrecta. En estos tres casos, si el juego ha sido detenido para producirse la expulsión, se reanuda por me­ dio de un tiro libre indirecto, a lanzar por el equipo contrario desde el lugar donde se cometió la in­fracción.

 

Los saques libres o golpes francos pueden ser directos o indirectos.

LOS SAQUES LIBRES: El saque directo es el que permite ganar, direc­tamente, un tanto contra el equipo que come­tió la infracción. El saque libre indirecto es el que no permite ganar, directamente, un tanto. El balón debe, antes de sobrepasar la línea de meta, haber si­do jugado o tocado por algún jugador distinto del que ha efectuado el lanzamiento. Cuando un jugador hace efectivo un tiro libre ya sea directo o indirecto dentro de su propia área de penalty, los jugadores adversarios no pue­den encontrarse a una distancia menor de 9,15 m. del balón, debiendo permanecer fuera del área de penalty hasta que el balón haya salido de la mis­ma. En este caso el portero no puede recibir el ba­lón en sus manos para ponerlo en juego, puesto que el esférico debe salir del área de penalty; si no sale, debe repetirse el lanzamiento. Si el lanzamiento debe hacerse efectivo desde fuera del área de penalty, los jugadores contrarios mantendrán una distancia mínima de 9,15 m. del balón hasta que éste se ponga en juego cuando haya recorrido una distancia igual a su circunfe­rencia excepto en el caso de que por la proximi­dad entre la meta y el punto de lanzamiento, los ju­gadores deban colocarse sobre su propia línea de meta y entre los postes de su propio marco. Si algún jugador del equipo infractor no cumple con lo reglamentado, penetrando en el área de pe­nalty en el primer caso, o acercándose a menos de 9,15 m. del balón en el segundo, antes de que se efectúe el tiro libre, el árbitro retrasará la ejecu­ción de la falta hasta que rectifiquen su posición. En ninguno de los dos casos el jugador que efectúa el lanzamiento puede volver a tocar el ba­lón antes de que lo toque otro jugador. Si lo hace, se concederá al equipo contrario un golpe franco indirecto desde el mismo lugar donde se haya co­metido la falta. En el momento de la ejecución de un tiro libre el balón debe estar parado, debiéndose repetir el lan­zamiento si se hiciera con el balón en movimiento.

EL PENALTY: El penalty es un lanzamiento directo de falta sin barrera que se efectúa desde el punto de penalty y donde todos los jugadores, excepto el jugador que lo lanza y el portero adversario, se encuentran fue­ra del área de castigo (área de penalty) a 9,15 m. como mínimo del punto de penalty y dentro del te­rreno de juego. El portero, que se encuentra entre los postes de su marco sobre su propia línea de meta, no puede mover los pies del suelo hasta que el jugador con­trario haya contactado con el balón, momento en que entra en juego después de haber recorrido una distancia igual a su circunferencia. El lanzador, por su parte, debe tirar el balón ha­cia adelante, no pudiendo volver a. tocarlo hasta que haya sido tocado o jugado por otro jugador ya sea contrario o de su mismo equipo. Por es­te motivo, si alguno de los postes o el larguero re­pele el balón, el lanzador no podrá chutarlo sin que antes lo haya tocado algún otro jugador. Si el equipo castigado con el penalty comete al­guna infracción a esta regla y la falta máxima no ha sido transformada en gol, se repetirá la ejecu­ción del mismo. Si la infracción la comete un jugador del equipo beneficiario distinto del lanzador y se consigue transformar el penalty, se invalidará el gol, debién­dose repetir el lanzamiento. Si la infracción la comete el propio lanzador des­pués de que el balón esté en juego, se anulará la jugada y se concederá un tiro libre indirecto al equipo contrario desde el lugar donde se ha come­tido la infracción. Las faltas castigadas con penalty son aquellas cuya penalización es un tiro libre directo y han si­do cometidas en el interior del área de penalty.

EL SAQUE DE BANDA: El saque de banda se produce como consecuen­cia de que el balón haya traspasado en su totali­dad la línea lateral del terreno de juego, ya sea por el suelo o por el aire. En este momento, un jugador del equipo contrario al del que tocó el balón en úl­timo lugar antes de que saliera por la línea, lo lan­za al interior del terreno desde el mismo punto por el que salió y hacia cualquier dirección. La posi­ción correcta para el lanzamiento será de frente al terreno de juego y manteniendo una parte cual­quiera de cada pie en el suelo, sobre la misma lí­nea de banda o en el exterior de la misma. El balón se lanza con las dos manos por encima de la cabe­za y de atrás hacia adelante El jugador que hace efectivo el saque de banda no puede volver a tocar el balón sin que antes lo haya tocado o jugado cualquier otro; si lo hace, se concederá un saque libre indirecto a favor del equipo adversario desde el mismo lugar en que se cometa la infracción. En caso de que el lanzador corneto alguna irre­gularidad en el saque se repite el lanzamiento, pero a favor del equipo contrario.

EL SAQUE DE META: Se produce como consecuencia de que el balón haya traspasado totalmente la línea de meta, ex­cluyendo la parte comprendida dentro del marco, impulsado por un jugador atacante. En este mo­mento, se coloca el balón en un lugar cualquiera de la mitad del área de meta más próxima al sitio por el cual ha salido fuera el balón, debiendo ser lanzado con el pie y a balón parado por un jugador del equipo contrario, poniéndolo directamente en juego más allá del área de penalty. Por este moti­vo, el jugador que ha hecho efectivo el lanzamien­to no puede tocar el balón sin que lo haya hecho antes otro jugador, ni el guardameta puede recibir­lo directamente en sus manos para lanzarlo al jue­go. Si el balón no sale del área de penalty deberá repetirse el lanzamiento, pues se considera que el balón no ha sido puesto en juego todavía. Los jugadores del equipo contrario deben hallar­se fuera del área de penalty y no se puede conse­guir un gol en saque directo de meta. En caso de que el jugador que haya efectuado el saque vuelva a tocar el balón fuera del área, antes de que lo toque nadie, se concede al equipo con­trario un golpe franco indirecto.

EL SAQUE DE ESQUINA: Se produce como consecuencia de que el balón haya traspasado totalmente la línea de meta ex­ceptuando el tramo comprendido en el interior del marco habiendo sido impulsado, en último lu­gar, por un defensor. El balón lo pondrá en juego, desde la esquina correspondiente, un jugador atacante, colocando el balón en cualquier punto dentro del cuarto de círculo. A diferencia de los dos saques anteriores, en este caso sí puede conseguirse un tanto direc­tamente del «córner». Los jugadores contrarios no pueden colocarse a una distancia menor de 9,15 m. del balón antes de que se haya puesto éste en juego, mientras que el jugador que ha hecho efectivo el lanzamiento no puede volver a tocar el balón sin que haya sido to­cado por otro jugador; en caso contrario incurrirá en falta, debiéndose conceder al equipo adversa­rio un tiro libre indirecto desde el mismo lugar. Si se produce cualquier otra infracción en el lan­zamiento se repetirá el saque de esquina.

DOMINIO EN LA PARADA DEL BALON: El dominio del balón es una de las primeras co­sas que debe aprender el futuro jugador de fútbol. Una vez se ha conseguido cierta habilidad en el ar­te de dominar el balón, se aplicarán estos conoci­mientos a las distintas destrezas del fútbol para conseguir, finalmente, adaptar y compaginar la técnica a las fuertes presiones físicas y psíquicas que intervienen en un partido de fútbol. El dominio del balón, facultad indispensable pa­ra jugar bien al fútbol, no sólo se refiere a poder detener el balón sino también a recibirlo sin permi­tir que se detenga totalmente; de esta manera se puede seguir la jugada con la máxima rapidez y sin perder el control del esférico. Es importante, para ejecutar con la máxima per­fección una parada con dominio del balón, que el jugador se encuentre en línea directa con la tra­yectoria que sigue el mismo, además de controlar el esférico con la máxima superficie posible de su cuerpo con el fin de reducir las posibilidades de error. No obstante, un jugador debe ser capaz de controlar un balón, sea cual sea la velocidad con que se acerca y su ángulo de procedencia. Para ello, lo principal estriba en poseer la sufi­ciente confianza sobre la propia habilidad y domi­nio del balón, que permita superar la presión a que se ve sometido un jugador durante un partido de fútbol y que muchas veces le hace cometer fallos que no acostumbra a hacer. El jugador cuando recibe el balón no tiene tiem­po de mirarlo ya que tiene a un contrario encima suyo presionándolo. Esto hace que en la actuali­dad el fútbol se caracterice por su rapidez, pero también por una reducción del juego del balón. An­tes, el jugador, tras haber recibido el esférico, po­día controlarlo, mirar a su alrededor para ver a su compañero más próximo, al mejor situado o inten­tar un pase en profundidad. Es decir, las posibili­dades de jugar el balón acertadamente eran mayo­res. Este es otro motivo por el que el futbolista ac­tual debe poseer no sólo un dominio del balón si­no un dominio rápido, sabiendo antes de recibirlo que es lo que va a a hacer con él. Cuando un jugador recibe un balón tiene cuatro opciones después de haberlo controlado: Condu­cirlo él mismo; driblar al contrario con el balón en los pies; pasarlo a su compañero; y tirar a portería. Cada una de estas acciones, a pesar de ser dife­rentes entre sí, depende de la eficacia y la rapidez con que se ha dominado el balón inmediatamente después de recibirlo. Vamos pues a hablar de la técnica en la deten­ción de los balones, como primera acción que sue­le realizar el futbolista una vez lo recibe. La parada consiste en atrapar y detener el balón para ponerlo en condiciones de ser jugado, siendo necesario un amortiguamiento para matar su velo­cidad y evitar un rebote. Generalmente se suele hablar de dos formas de parar un balón: Aprisionándolo sobre el suelo. Deteniéndolo en pleno vuelo.

PARADA SOBRE EL SUELO: Al detener el balón sobre el mismo terreno de juego el jugador tiene tres posibilidades: Hacerlo con la planta del pie; con la parte interior; y con la parte exterior del pie. Detener el balón con la planta del pie: Consiste en ponerse de frente a la trayectoria del balón colocando el pie con el que queremos hacer la detención de forma oblicua, de modo que el balón esté próximo al suelo El balón se detiene entre la suela y el suelo ha­ciendo retroceder ligeramente el pie en el momen­to en que entran en contacto, siguiendo con la pier­na flexionada y la vista dirigida al balón. En caso de que el balón no venga a ras de suelo, sino que venga por alto, la parada se hace de la misma forma consiguiendo que al hacer el balón contacto con el suelo, quede aprisionado entre és­te y el pie. La detención del balón con la parte interna del pie: Es una técnica más compleja y a la vez más ex­tendida entre los jugadores, puesto que permite, en un solo movimiento, detener y parar el balón, in­mediatamente. El jugador debe ponerse de frente a la trayecto­ria del balón manteniendo la vista en él. En el mo­mento en que va a producirse el contacto, se fle­xiona la pierna correspondiente, levantando el pie lo suficiente como para que ni el balón pase por debajo ni por encima, a la vez que se dirige la pun­ta del pie hacia afuera quedando la parte interna de cara al esférico. En el momento en que entran en contacto pie y balón el cuerpo sigue de frente a él y se aprisiona entre el suelo y la parte interna del pie, producién­dose un retroceso del mismo para evitar que el ba­lón rebote y se pierda el control. Cuando el balón viene por alto y se quiere hacer este tipo de parada, se tendrá en cuenta que el pie activo forme un ángulo con el suelo, con la rodi­lla doblada hacia adelante. La detención del balón con la parte externa del pie: Es una técnica muy parecida a la anterior y se utiliza cuando el balón se acerca al jugador por su lado externo. Al igual que en el caso anterior, es importante que el pie se levante los suficientemente alto, se flexione la pierna y se dirija la punta del pie hacia afuera. La vista está dirigida al balón y en el mo­mento justo, a la vez que se aleja un poco el cuer­po, se atrapa el balón entre la parte externa del pie y el terreno. En esta técnica es también necesario retraer el pie cuando se produce el contacto para evitar un posible rebote.

DETENCION DEL BALON EN PLENO VUELO: Es posible realizarla de varias maneras: con el interior del pie, con el exterior, con el empeine, con el pecho, con el muslo, con el vientre y con la cabe­za. La técnica exigida en estas acciones es bastan­te más complicada, requiriendo buenos reflejos y gran capacidad de maniobra. La detención del balón con la parte interna del pie: Exige, en primer lugar, una posición equilibrada del cuerpo, una buena visión del balón y extender los brazos para que al levantar el pie del suelo no nos decantemos hacia un lado u otro. La punta del pie levantado se dirige hacia arriba, y la parte inter­na hacia el balón que ya inicia su descenso. El mo­mento oportuno en el que debe producirse el con­tacto es cuando el balón se encuentra enfrente del cuerpo del jugador, siendo también necesario un retroceso del pie para evitar un rebote que lo aleja­ría de nuestra posición y haría más difícil su con­trol. La detención del balón con la parte externa del pie: Consiste en levantar flexionada la pierna que va a maniobrar con el balón, con la punta del pie hacia dentro y dirigida hacia la dirección del esfé­rico. En este momento, es importante no sólo man­tener la vista sobre el mismo, sino trasladar el pe­so del cuerpo a la otra pierna que está semiflexio­nada por la rodilla, para rebajar el centro de grave­dad del cuerpo y aumentar el equilibrio El contacto se produce enfrente del cuerpo me­diante la parte externa del pie, bajándolo rápidamente para cuando ambos (pie y balón) están pró­ximos al suelo reducir la velocidad y depositar, suavemente, el balón en el suelo. La detención por medio del empeine: Es quizás la técnica más complicada y la que exige del futbolista mayor rapidez de reflejos. Su ejecución adecuada consiste en ponerse de frente al balón manteniendo la vista sobre él. Existe la va­riedad de ponerse de espaldas al balón, siguiendo con la vista su trayectoria y cogerlo con el empei­ne una vez ha pasado por encima de la cabeza. Es­ta técnica, aunque muy útil a veces, resulta de difí­cil ejecución por lo que únicamente los futbolistas muy habilidosos serán capaces de llevarla a cabo. El peso del cuerpo se traslada a la pierna de apoyo, que está flexionada para conseguir mayor equilibrio, y se levanta la otra pierna cuando más alta está la cadera mejor flexionando la ro­dilla y dirigiendo la punta del pie estirado hacia el balón. El contacto se debe producir delante del cuerpo por medio de todo el empeine, bajando rápidamente la pierna Al llegar casi al suelo se debe depositar el balón de manera suave sobre el terreno de modo que no se produzcan botes extraños. La detención del balón con el pecho: Es una técnica bastante frecuente, en la que el futbolista debe cuidar ante todo de mantener baja­dos los brazos para no tocar con ellos el balón. El jugador se sitúa de frente al balón y adelantando una pierna, extiende los brazos para mantener el equilibrio a la vez que se alinea el tronco con el ba­lón, llevando la cabeza ligeramente hacia atrás y arqueando el cuerpo. El contacto se produce en la parte alta del pecho, teniendo en cuenta que debemos retroceder el tronco para qui­tar velocidad al balón y dejar que caiga suavemen­te al suelo delante nuestro debido a la amortigua­ción del pecho, evitando que se desplace con fuer­za algunos metros más allá de donde nos encontramos. La detención mediante el muslo: Es una técnica bastante corriente y que no ofre­ce gran dificultad. El jugador se sitúa frente al ba­lón divisándolo perfectamente, levanta la pierna flexionada hasta poner el muslo en posición hori­zontal respecto al suelo y deja que el contacto se produzca a mitad del muslo, retrayéndolo, inmedia­tamente para garantizar una caída del balón al suelo suave y próxima a nuestra posición. Si el balón llega en plano horizontal, entonces el muslo se pone vertical al terreno con la rodilla ha­cia abajo. Al incidir en él el balón se produce un li­gero retroceso para amortiguar la velocidad del es­férico. La detención con el vientre: Se realiza abriendo los brazos, al tiempo que se arquea el cuerpo hacia adelante y se encoge el vientre mediante una contracción de los músculos abdominales. La detención con la cabeza: Cuando se quiere parar la trayectoria del balón con la cabeza, ésta y el tronco se inclinan hacia adelante y se adelanta una pierna. En el momento de contacto, para amortiguar el balón y que no salga despedido, se flexionan las piernas y se echan la cabeza y el tronco hacia atrás.

LA CONDUCCION DEL BALON: Se entiende por conducción del balón la acción técnica que permite al jugador dominar y llevar el balón en una determinada dirección, a la velocidad adecuada que le permita conseguir la finalidad pro­puesta, y la superación de los obstáculos. En un partido, normalmente, la conducción del balón hay que ejecutarla salvando la oposición de uno o más contrarios, por lo que el jugador que conduce el balón deberá realizar además regates y fintas. La evolución del fútbol, de sus tácticas y siste­mas de juego repercute de una manera clara en las diversas técnicas a emplear. Unas se utilizan más, otras menos, algunas desaparecen y otras nuevas hacen su aparición. Por lo que respecta a la conducción del balón, hemos de decir que ante la densidad de jugadores en el centro del campo y en las zonas defensivas, cada día se hace más difícil llevarla a efecto de un modo eficaz. Como botón de muestra basta decir que las con­ducciones que antes realizaban los extremos, inte­riores y medios, se hacen ahora con menos fre­cuencia, siendo especialmente los laterales y los defensas libres quienes, mediante los desdobla­mientos, realizan con mayor asiduidad esta acción o al menos gozan de mayor facilidad para llevarla a cabo. Todos los jugadores, a pesar de ello, sea cual sea su puesto o misión dentro del equipo, deben estar capacitados para realizar una correcta con­ducción del balón, que varía según las propias po­sibilidades del jugador, su concepción del juego y, evidentemente, según las facilidades que le otor­gue el adversario. Por este motivo la conducción del balón no se hace en una determinada zona del campo, sino que todas están libres para llevarla a cabo, si bien es aconsejable que se efectúe en aquellas zonas que el adversario ha dejado más desguarnecidas. Atendiendo a esto, una conduc­ción del balón puede hacerse en línea recta, en zigzag o en slalom, dotándolas de un sentido de profundidad, en diagonal, completamente lateral e incluso hacia atrás, es decir hacia la propia portería. Los condicionantes que hay que tener en cuenta antes de realizar una conducción son, principalmen­te, cuatro: La técnica individual propia. La oposición del adversario. El estado del terreno de juego. La finalidad a la que queremos llegar con la acción. Una vez expuestos los conceptos generales de la conducción del balón y antes de pasar a expli­car la mecánica de los diferentes tipos, veamos los aspectos favorables que puede comportar di­cha acción. Ventajas: Posibilita un buen control del balón y, por tanto, del juego. Concentra la atención del contrario, lo que per­mite algunos desmarques de los compañeros. Controlar bien el balón puede significar la ante­sala de un buen pase. Utilizada por jugadores muy rápidos puede pro­vocar un desequilibrio en las líneas del equipo adversario. Utilizada en el momento oportuno puede servir para romper el ritmo del juego. Constituye un aprovechamiento de los espacios libres, a la vez que sirve para crearlos. Realizada en los aledaños del área rival facilita una mejor posición para el tiro. En determinados momentos favorece la recupe­ración física de algunos jugadores al tempori­zar el juego. Inconvenientes: Favorece un excesivo juego individual si se ha­ce un abuso de ello. Una conducción lenta da tiempo a la organiza­ción defensiva del equipo rival. Puede llegar a retener no sólo la velocidad indi­vidual sino la de todo el equipo. Expone al conductor del balón a una acción del contrario. Es contraproducente en terrenos de juego en mal estado, puesto que no permite el total con­trol del balón. Si se reitera en la acción, puede producir un ne­gativo desgaste físico y psíquico. La conducción del balón es una acción técnica que en el fútbol actual ha perdido parte de su efi­cacia. Si tenemos en cuenta que un jugador relati­vamente rápido es capaz de recorrer 20 metros en 3 segundos sin balón y tardo medio segundo más llevando el balón entre los pies, podemos asegurar que en la mayoría de ocasiones es más efectivo un pase certero a un compañero bien situado. No quie­re esto decir que, en distancias cortas y con el ob­jetivo de desequilibrar al contrario favoreciendo un desmarque de un compañero, no sea una acción técnica efectiva digna de ser tenida en cuenta y que favorece la belleza plástica de este deporte. La técnica individual en la conducción del balón viene dada por la superficie de contacto entre ju­gador y balón. Así pues, hablaremos de conducción mediante la parte interna y externa del pie y con el empeine como formas más usuales de llevarla a cabo.

CONDUCCION CON EL INTERIOR DEL PIE: Esta manera de llevar el balón no es una con­ducción veloz. La pierna que contacta con el balón debe formar con la otra un ángulo de 90°, llevándo­la flexionada para que, si la conducción se realiza en línea recta, la parte inferior del pie está elevada a la altura media del balón, quedando la planta pa­ralela al suelo. En taso de que la conducción se haga en curva, la punta del pie debe elevarse un poco más para que el contacto con el balón se pro­duzca en su arco superior La posición del cuerpo será en general semifle­xionada, con el hombro contrario a la pierna que lleva el balón ligeramente adelantado y los brazos semiabiertos. El tronco se inclina hacia adelante sobre el balón en acción de protegerlo, pero en dis­posición de poder cambiar en cualquier momento la dirección de la carrera. La vista no se concentra sólo en el balón, sino que debe estar atenta a la posición del adversario y de sus propios compañeros. Si el contrario se halla muy cerca, ejerciendo una oposición lateral sobre el conductor, éste lle­vará el balón con la pierna del lado contrario so­portando el peso o empuje del adversario con la otra pierna y el otro lado del cuerpo, con una ligera inclinación para soportar la posible entrada o car­ga del oponente. En este caso, la vista se centrará más en el movimiento del defensor, aunque sin ol­vidar el balón.

 

CONDUCCION CON EL EXTERIOR DEL PIE: Para llevar el balón con la parte externa del pie, que algunos llaman empeine externo, es necesario realizar un movimiento en la articulación, puesto que se trata de una superficie circular que va des­de el dedo meñique hasta el tobillo. La conducción se hace con la zona intermedia, dirigiendo la punta del pie hacia el suelo, para con­seguir un desplazamiento en línea recta del balón, contactando sobre la parte central del mismo. El cuerpo se mantiene en una posición frontal inclinado hacia adelante y con los brazos abiertos y semiflexionados

 

CONDUCCION CON EL EMPEINE: Con este tipo de conducción se adquiere mayor velocidad en el desplazamiento que en cualquier otra modalidad, pero es también la que presenta mayor dificultad en su ejecución. Es imprescindi­ble que se haga en dirección frontal y requiere un perfecto dominio del balón, así como una perfecta sincronización entre los movimientos del pie al golpear el balón, la velocidad desplegada y la am­plitud de la zancada. Un jugador que sepa realizar a la perfección una conducción del balón con el empeine constituye una bonita estampa, llena de elasticidad y coordi­nación. Es una acción típica en zonas del campo li­bres de adversarios que posibilita una rápida pene­tración o una acción sorprendente de contraata­que. El contacto se produce con la pierna adelanta­da, el cuerpo erguido y los brazos semiabiertos y flexionados en continuo movimiento, adelantando el brazo contrario a la pierna que avanza. La cabeza está levantada atendiendo al balón y a cualquier movimiento del adversario más próxi­mo. Este tipo de conducción tiene la dificultad de que cualquier pequeño incidente puede hacer per­der el control del balón puesto que, a diferencia de los dos ejemplos anteriores, casi no se protege el balón en su trayectoria.

 

EL DRIBLING: Regatear significa conservar, individualmente, el control del balón sorteando la oposición del ad­versario. La imagen más precisa de un driblin vie­ne dada por el hecho de que el balón se separa por un momento del pie que lo guía e, inmediatamen­te, vuelve a tomar contacto como si el pie formara de nuevo cuerpo con el balón. El drible es, por tanto, una acción de avance con el balón. Muchas veces es el único medio a disposición de un jugador con balón que, al observar que sus compañeros se hallan mal colocados para re­cibirlo, debe conservar su posesión, protegerlo y efectuar un regate que trate de asegurar la con­ducción del esférico mientras algún compañero le apoya en la acción. La mecánica básica de todo drible consiste en: Mantener el balón próximo al suelo. Dejar reposar el peso del cuerpo sobre la pierna de apoyo. Mantener la cabeza alta sin perder de vista el balón, pero fijando la atención en lo que ocurre alrededor. Básicamente existen tres tipos de "dribling" Los de seguridad. Los de velocidad. Los de combinación de finta y dribling.

LOS DRIBLINGS DE SEGURIDAD: Estos tipos de dribling o regates en los que el defensa se mantiene quieto en un espacio llamado su sector de intervención, suelen utilizarse en las
zonas del medio campo o en zona de defensa, en espera de una acción de ayuda de un compañero. Los dos ejemplos más característicos son: La cobertura clásica: Consiste en que el jugador que posee el balón, estando acosado por un contrario, conduce el ba­lón con la parte interna de uno o ambos pies, de cara o de espaldas al defensor y manteniendo siempre el esférico debajo de su cuerpo. Dribling con giro protector: En este caso, y estando el defensa fuera de su sector de intervención, el jugador que lleva el ba­lón hace una vuelta en el aire para cambiar el pie de apoyó, protegiendo el balón con todo su cuerpo y pasando por uno u otro lado del defensor.

 

LOS DRIBLINGS DE VELOCIDAD: En estos tipos de regates la acción del driblador es completamente distinta a la anterior. Consiste en evitar al defensor imprimiendo gran velocidad en la acción. El hombre con balón se aproxima, e incluso se adentra, en el sector de intervención de su adversario para provocar en él una respuesta; en este momento y gracias a una hábil y rápida reacción, evita su intervención lanzando el balón fuera del alcance de su oponente. Los jugadores que son mas hábiles en estos ti­pos de driblings acostumbran a ser vivos y rápi­dos, con gran sentido del equilibrio y que poseen gran coordinación en sus movimientos, así como una asombrosa destreza y sentido de la anticipa­ción. En los driblings de velocidad interviene siempre un cambio de ritmo del jugador con el balón. Los dos más corrientes son: el cambio de direc­ción, y el drible con cambio de ritmo. El cambio de dirección: Para realizar correctamente este tipo de regates es imprescindible, en primer lugar, una buena con­ducción del balón, llevándolo próximo al pie y con movimientos rápidos. En el momento en que él ju­gador atacante con balón penetra en el sector de intervención de su oponente, tiene varias opciones para proteger el balón. Una consiste en tirar el ba­lón ligeramente hacia atrás con la planta del pie más alejada del adversario para, mediante un rápi­do semigiro de todo el cuerpo, continuar la con­ducción del balón en otra dirección habiendo reba­sado la posición del contrario. Otra opción que tiene el atacante consiste en, tras e) impulso de la carrera, parar bruscamente el balón con la parte interior del pie, protegiéndolo del adversario que tiene delante, y llevarse el balón con esa misma pierna en otra 'dirección aprove­chando esas décimas de segundo que tiene de ventaja sobre el defensor, antes de que éste se de­tenga y reaccione, al cambio de dirección. Existen otros tipos de cambio de dirección cuya diferencia estriba en la pierna con que se hace la conducción, en si el balón cambia o no de pierna tras el cambio de dirección, en si el cambio se ha­cía hacia atrás, delante o lateral, etc. El drible con cambio de ritmo: Es un tipo de regate muy sencillo, pero que sue­le dar muy buenos resultados. Se trata únicamente de superar la acción del contrario mediante un cambio de ritmo en la conducción del balón. Este se lleva pegado al pie sin dejar que se separe más de lo necesario. Una vez el balón llega al sector de intervención de nuestro defensa realizamos un cambio de ritmo, continuando la conducción del balón con la pierna más alejada del contrario, su­perándolo gracias a esta acción sorpresa que nos permite sacarle unos metros de ventaja.

COMBINACION DE FINTA Y DRIBLING: En la mayoría de regates que se utilizan en la ac­tualidad interviene de un modo decisivo la finta. Los defensas conocen perfectamente el tipo de juego de los hombres a quien tienen que marcar. Saben si domina el juego con la cabeza, si tiene buena pierna izquierda o si por el contrario la tiene sólo para apoyarse, si es veloz, etc. Es por esto que el jugador atacante debe hacer uso del factor sorpresa, del engaño, para tratar de ganarle la par­tida a su oponente. El propósito de la finta es "fin­gir" o aparentar hacer algo para, en realidad, hacer lo contrario. No obstante, el objetivo final de esta acción es similar, por no decir idéntica, al que se busca en cualquier cambio de ritmo, de dirección y, en definitiva, en cualquier tipo de dribling: dese­quilibrar al contrario para rebasarlo mejor sin per­der la posesión del balón. Si el cambio de ritmo es una acción sencilla pe­ro que no todo el mundo sabe hacer con la misma efectividad, otro tanto podemos decir de la finta. Ante una finta defectuosa, el defensa no reaccio­nará. La finta es una acción que exige una perfecta coordinación de los movimientos del cuerpo, así como agilidad, flexibilidad y equilibrio. Hay muchas maneras de eludir a un adversario mediante una finta en el dribling; sin embargo, ha­blaremos únicamente de dos que son bastante re­presentativas: el llamado túnel y el típico desbor­damiento por un lateral del área (que tan bien sa­bía hacer el brasileño Garrincha).

El "túnel": Expresión que denota la acción de pasar la pelo­ta por entre las piernas del contrario es un dribling no muy frecuente, cuya efectividad viene dada no sólo por este hecho, sino por una encadenación de movimientos finta dirección e impulso del autopase, arranque y toque de balón que posibilita la conservación efectiva de la pelota. En el "túnel" la finta suele hacerse sin mover el balón del suelo, sólo con un movimiento del cuer­po o tronco hacia un lado, para que el defensa eje­cute un paso largo en dirección a la firita mientras el atacante empuja el balón entre sus piernas, pa­sando, rápidamente, por uno de sus costados y volviendo a controlar el balón, No obstante, también puede hacerse moviendo el balón. Así, por ejemplo, si el defensor se en­cuentra delante del jugador driblador en posi­ción de equilibrio sobre ambas piernas, ligeramen­te flexionadas y medio abiertas para poder medir mejor sus reacciones, el jugador con balón ini­cia una salida hacia su derecha, llevándose la pe­lota con la parte interna del pie izquierdo. El defen­sa, si el movimiento ha estado bien ejecutado, des­plazará lateralmente su pierna izquierda hacia el exterior dejando un gran arco entre sus piernas y adquiriendo una postura menos equilibrada. En ese momento, el atacante empuja el balón con la parte externa o con la punta del mismo pie izquier­do, haciéndolo pasar por entre las piernas del opo­nente mediante un toque largo o corto según las circunstancias y proximidad de otros defenso­res en la dirección adecuada para facilitar la re­cogida del balón, después de haber pasado por uno de los costados del defensor. En este tipo de regate es muy importante poseer un gran equilibrio con la pierna de apoyo, puesto que la otra, en el transcurso del regate, se encuen­tra siempre levantada del suelo y haciendo varias cosas: Primero tocar el balón con la parte interna; seguidamente hacerlo con la parte externa, de­biendo cambiar, para ello, la orientación del pie; y finalmente, inicia el arranque. Mientras, la otra pierna debe soportar el peso de todo el cuerpo, mantener el equilibrio y, finalmente, dar el impulso para la primera zancada. Desbordamiento por el lateral del área. Si tomamos como punto de referencia el lateral derecho del área atacante, este dribling consta de las siguientes fases: Primero, el atacante se acerca con el balón al sector de intervención del defensa que se halla de espaldas a la portería y de cara al balón. El atacan­te empieza una finta hacia el centro para que el ad­versario reaccione cargando el peso del cuerpo so­bre su pierna derecha y se desequilibre. Seguidamente, el atacante se aprovecha de esta acción y con un cambio de ritmo arranca veloz­mente hacia la línea de fondo, conduciendo el ba­lón con la parte externa del pie más alejado del de­fensa, es decir, el derecho. El primer toque del balón hacia la línea de fon­do, tras la finta al defensa, puede hacerse fuerte o suave, largo o corto, según las necesidades del momento, pero por su carácter sorpresivo suele ser casi siempre 'eficaz. Una vez el jugador ha rebasado a su oponente sin perder el control del balón, puede pasar a un compañero, seguir con el balón y penetrar él mis­mo, intentar una pared o realizar el centro a portería, que es lo que suele ocurrir en la mayoría de ocasiones. El dribling, como hemos visto, es una acción muy útil y uno de los elementos claves del fútbol ofen­sivo. Sin embargo, debe saberse emplear exclusi­vamente en el momento oportuno. El regate permite muchas veces conseguir una posición favorable para el tiro o para el último pa­se, antes del mismo; permite, también, movilizar a varios contrarios hacia un lado determinado del te­rreno de juego para despejar una zona por la que podrá penetrar un compañero. Pero el regate puede ser también una acción ne­gativa, principalmente cuando un jugador sólo ac­túa en beneficio propio; es decir, tratando de re­crearse con el dribling, sin tener en cuenta que tales aptitudes y destrezas sólo son beneficiosas cuando están al servicio de la colectividad.

 

EL PASE: El fútbol es, por encima de todo, un juego de conjunto en el que el pase constituye la forma de enlazar las jugadas para conseguir la finalidad su­prema, que es el gol. De ahí podemos deducir, por consiguiente, que difícilmente se logran buenas jugadas si los jugadores se pasan mal el balón. En el pase intervienen dos factores fundamenta­les: el toque en el lanzamiento del balón y la recep­ción del mismo. Ya hemos visto, en un apartado anterior, cómo se consigue una buena recepción del balón; ahora es el momento de hablar de la técnica del toque. Hay varias maneras de tocar el balón para reali­zar un pase, según cual sea la zona del pie que contacta con el esférico.

EL PASE CON LA PARTE INTERNA DEL PIE: Para este tipo de pase es necesario observar los siguientes puntos: Fijar la vista en el balón. Colocar el pie de apoyo a una distancia aproxi­mada de 15 metros. a un lado del balón. Mantener esta pierna ligeramente flexionada, dejando recaer en ella el peso del cuerpo. Extender ambos brazos de manera que permi­tan mantener el equilibrio. Flexionar por la rodilla la pierna que va a lanzar el balón y girar la punta del pie hacia afuera, pa­ra que sea la parte interna la que contacte con el balón. Adelantar el pie con fuerza hacia la pelota a la vez que la pierna se estira, produciéndose el to­que en la mitad del pie. Si el pase o tiro quiere realizarse a ras de suelo, debe tocarse el balón por en medio. Si se quiere levantar, el con­tacto se hará en su mitad de abajo. La pierna, una vez el balón sale despedido, de­be continuar su movimiento mientras el cuerpo se encuentra, desde la altura de la cadera, un poco inclinado hacia atrás.

EL PASE CON LA PARTE ÉXTERNA DEL PIE: Se realiza del mismo modo que el pase anterior, con la única diferencia de que la punta del pie, eh vez de apuntar hacia afuera, se gira hacia el inte­rior de nuestro cuerpo, con lo que el toque se hace con la parte externa del pie, en su zona media. Es muy frecuente, en este tipo de pase, que el ju­gador dé efecto al balón, como consecuencia de que la superficie de contacto es más o menos cir­cular. Esto debe tenerse presente para, en caso de producirse, darle el efecto apropiado para que el compañero pueda hacer una buena recepción del balón.

 

EL PASE DE TALON: Es un pase menos usual que los anteriores y que puede utilizarse para enviar el balón a corta distan­cia. Resulta efectivo frecuentemente porque sor­prende al adversario, aunque también conlleva más posibilidades de error, puesto que el jugador que pasa se encuentra de espaldas al posible des­tinatario, desconociendo por lo tanto su posición exacta, y si se aproxima algún jugador contrario. Los puntos básicos a tener en cuenta en este ti­po de pase son: Ajustar la velocidad propia a la del balón. Mantener la pierna de apoyo flexionada y a un lado del esférico. Pasar la pierna libre, también flexionada, por encima del balón y colocar el pie en posición recta. Mover el pie hacia atrás hasta que el talán con­tacte con la zona media de la superficie del es­férico. Para conseguir mayor potencia en el pase, es conveniente que la pierna siga su movimiento hacia atrás, sin detenerla, justo en el momento en que se produce el contacto.

 

EL PASE CON EL EMPEINE: Suele ser un pase utilizado para cubrir distan­cias largas con el balón, ya sea para un centro, pa­ra un despeje o desvío, para un tiro o para cruzar el terreno de juego. La técnica adecuada es la siguiente: Acercarse al balón no totalmente de frente. Colocar el pie de apoyo paralelo, próximo al es­férico, con la pierna ligeramente flexionada desde la rodilla y soportando el peso del cuer­po. Llevar la pierna libre hacia atrás flexionada, a la vez que los brazos se extienden para mantener el equilibrio del cuerpo, que se inclina hacia adelante. Llevar la pierna de toque hacia abajo, con su parte delantera dirigida también hacia abajo y después hacia adelante, siguiendo la puntera la misma dirección. El contacto se produce entre el empeine y la parte Inferior del balón si se quiere levantar­lo y entre el empeine y la zona media del ba­lón si se quiere un desplazamiento a ras de suelo. La pierna de contacto debe extenderse comple­tamente desde la cadera, completando el movi­miento para que el pase sea más potente.

 

EL PASE DE VOLEA: Constituye una acción muy útil cuando el juga­dor, ante la presencia próxima de un contrario, no tiene tiempo para dominar el balón. En este caso se produce el contacto con la pelota todavía en el aire, antes de que toque el terreno de juego. La mecánica de este pase consta de los siguien­tes puntos: El jugador que está frente al balón decanta el peso de su cuerpo sobre una pierna, mien­tras lleva hacia atrás el pie contrario para gol­pear el balón con el empeine. Los brazos se extienden para equilibrar el cuer­po y cuando el balón se encuentra más o menos a la altura de la rodilla, se adelanta el pie produ­ciéndose el contacto. Una vez el balón ha sido lanzado, el cuerpo se inclina hacia adelante y la pierna de toque con­tinúa su movimiento.

EL PASE DE MEDIA VOLEA: Se ejecuta como el anterior, con la diferencia de que el contacto se produce inmediatamente des­pués de que el balón ha botado en el suelo y em­pieza su ascensión. Se utiliza para desplazamientos largos del esfé­rico, y realizado de forma precisa, define a un buen jugador. Ambos pases, el de volea y de media volea, no presentan dificultades en cuanto a su ejecución, pero si respecto a su eficacia. Es decir, no es difí­cil tocar de volea el balón, pero si lo es que el pase, el tiro o el centro, tenga la precisión con que fue concebido.

EL JUEGO DE CABEZA: Muchas opiniones coinciden en que el fútbol es un deporte que se juega con los pies. Sin embargo, no es totalmente cierto. Los brazos, por ejemplo, cuyo uso se prohíbe, realizan una importante fun­ción de equilibrio en todos y cada uno de los fun­damentos técnicos individuales del futbolista. La cabeza, cuyo uso no está proscrito, no sólo sirve para pensar. Si bien es verdad que el carácter específico del fútbol consiste en atrapar, conducir y pasar el balón con los pies, también lo es que el juego no se limita a un tipo de desplazamiento ho­rizontal del esférico, por lo que la cabeza en cier­tos casos parece ser un medio puesto al servicio de los pies para conquistar los balones altos. Podríamos configurar una lista bastante larga de jugadores que han demostrado destreza y habi­lidad en el toque de cabeza. De entre ellos cabe mencionar a Kocsis cuyo dominio del balón con la cabeza le valió el sobrenombre de «Cabeza de oro», Di Stefano, Rubén Bravo, Di Loretto, Uwe Seeler, Jacky Charlton, también llamado «La Jirafa» por llegar a los balones más inverosímiles, y otros mu­chos que no mencionamos, pues la lista es consi­derable. El juego de cabeza está relacionado no sólo con la elasticidad y la altura del jugador, sino con el dominio del cuerpo y la toma de impulso. Respecto a la toma de impulso cabe destacar, que suele efectuarse con pocos apoyos en el sue­lo, en un ritmo triple de izquierda-derecha-izquier­da, o bien derecha-izquierda-derecha. La última pierna de apoyo se flexiona y empuja para conse­guir un buen impulso. El dominio del cuerpo durante el salto es un fac­tor importante debido a la oposición constante y próxima que generalmente tiene que soportar un buen rematador de cabeza. En este instante de tensión, los músculos dorsales y lumbares del ju­gador se contraen, produciéndose un arqueamien­to del cuerpo imprescindible para contactar con fuerza y precisión la cabeza y el balón. En el toque de cabeza es importante no perder de vista el balón, para saber en qué momento y lu­gar se debe saltar. El peso del cuerpo debe trasla­darse a la pierna de apoyo, que está ligeramente retrasada, mientras los brazos, apartados del cuer­po, equilibran el salto. Una vez se ha producido el contacto, y para con­seguir una mayor potencia, Todos los movimientos realizados con el cuerpo deben continuar, dejando que sigan su curso normal. Hay varios tipos de toque de cabeza; unos se consiguen en suspensión esto es, previo salto; otro se realiza sin separar los pies del suelo y, fi­nalmente, los más espectaculares son con zambu­llida, como por ejemplo el famoso remate de cabe­za "en plancha". Según cual sea la intención del jugador y tam­bién las circunstancias del juego, se utilizará un ti­po de toque u otro. Así, por ejemplo, el toque con zambullida se hace como remate a puerta de gran potencia, o bien como despeje, cuando el defensa sólo puede llegar a cortar el avance del balón si se tira en plancha. El toque en suspensión, por su par­te, suele ser un remate o despeje no con tanta po­tencia, pero sí con más precisión. Finalmente, el toque de cabeza en contacto con el suelo tiene gran precisión y se utiliza como medio para domi­nar un balón alto, así como para pasar a un compa­ñero a corta distancia (diez metros máximos).

 

EL JUEGO DE CABEZA DESDE EL SUELO: Puede hacerse de dos maneras: En los balones con trayectoria directa, retroce­der el cuerpo, de modo que la cabeza, después de ir a su encuentro, retrasa al máximo el con­tacto. En los balones altos, flexionar las piernas como si fueran unos amortiguadores y en el momento que va a producirse el contacto, extender todo el cuerpo.

 

EL TOQUE DE CABEZA EN EL AIRE: Consiste en saltar de cara al balón, fijando la vista en él y arqueando la parte alta del cuerpo, co­mo si se tratara de huir del balón, cuando éste se aproxima. Cuando el jugador ha conseguido la má­xima altura, inicia el movimiento hacia adelante, es decir, hacia el balón, empujando con la cabeza, el cuello y la parte superior del tronco para contac­tar con la frente. Este es un tipo de toque hacia adelante, en la misma dirección del balón, que se utiliza más co­mo despeje que como remate, puesto que en este último caso el balón suele venir de un centro late­ral. Por ello, para los remates se utiliza el toque de cabeza hacia atrás que sigue la misma mecánica que el anterior, con la diferencia de que, en el mo­mento de producirse el contacto, la cabeza, el cuello y los hombros, (es decir la parte superior del cuerpo) gira hacia atrás para dar la misma direc­ción al balón. El contacto también se produce con la frente, pero en vez de ser un toque totalmente frontal es un poco lateral.

EL TOQUE DE CABEZA CON ZAMBULLIDA, "REMATE EN PLANCHA": Es una acción acrobática y espectacular, que además goza de gran eficacia. No es una técnica al alcance de cualquiera; si no se domina la técni­ca del aterrizaje después de contactar con el ba­lón, el jugador se vuelve temeroso de ejecutar esta acción. Este tipo de cabeceo se impone cuando se trata de marcar un gol, en posición horizontal, o de salvar un balón "in extremis" y no hay otra manera de jugarlo. La mecánica adecuada consiste en, sin perder de vista el balón, zambullirse hacia adelante cuan­do el balón se acerca a media o baja altura. Cuan­do el cuerpo está en posición horizontal se produ­ce el contacto con el balón. Seguidamente, los brazos y las piernas se lanzan hacia abajo para amortiguar la caída.

 

TIPOS DE DESPLAZAMIENTOS: El juego de cabeza, independientemente de cuál haya sido el tipo de toque realizado (en suspen­sión o en contacto con el suelo), confiere al balón diferentes tipos de desplazamiento. Por lo general, se habla de balón picado, bombeado, peinado o potente. Balón picado. Para conseguir picar un balón se debe golpear por encima de su eje horizon­tal. Es muy útil para enviar el balón a los pies de un compañero cercano, que podrá contro­larlo rápidamente; e incluso como remate a puerta, si se consigue cabecear el balón con potencia. Balón bombeado. En este caso el contacto se produce por debajo de su eje horizontal, de manera que la trayectoria sea ascendente. Suele utilizarse para pasar a un compañero que se encuentra más allá de nuestro más próximo adversario, haciendo pasar el balón encima de él, o bien marcar un gol porque la trayectoria ha superado la salida desesperada del portero contrario. Balón peinado. Se consigue mediante un to­que suave y tangencial del balón. No se carac­teriza por ser fuerte, sino por llevar una trayec­toria precisa. Por ello, suele utilizarse en los pases directos, cuando el jugador toca suave­mente el balón con un lado de la frente, para superar el acoso del adversario y, también, en los remates en los que viendo al portero des­colocado, el jugador únicamente tiene que pei­nar el balón de un modo suave y con preci­sión para que IJegue al fondo de las mallas. Mientras que, en los dos ejemplos anteriores, el jugador que contactaba con el balón le im­primía una nueva trayectoria, en este caso só­lo se trata de una ligera desviación, una modi­ficación de la trayectoria inicial. Por ello, es muy útil para pasar el balón en perfectas con­diciones a un compañero que viene lanzado, o para rematar directamente un centro, adelan­tándose a la acción del portero o del defensa. Balón potente. Para conseguir un toque de ca­beza potente el contacto es necesario que se establezca en el plano horizontal. Ya hemos visto que un tipo de remate potente es el que se ejecuta en plancha, pero también lo acostumbran a ser los despejes de los de­fensas, que incluso pueden iniciar el contraa­taque, y también aquellos remates que ade­más de velocidad y fuerza, imprimen al balón una precisión asombrosa. Este era el caso del argentino Rubén Bravo que además de rema­tar con gran potencia, poseía gran flexibilidad del cuello y de la columna cervical que le per­mitía, girando el cuello y la cabeza como un periscopio, atrapar y conducir el balón en cualquier dirección.

EL ATAJE: Cuando un jugador sale al encuentro de un rival que lleva el balón y le obliga a moverse por zonas convenientes para el defensor, estorbándole o im­pidiéndole continuar la jugada, se dice que realiza una acción de ataje. Así pues, mediante el recurso defensivo del ata­je se pretende desposeer del balón, al contrario, impedir que lo juegue o hacerle perder su control. Según el momento o la situación de la jugada, el ataje se puede hacer de tres modos. Por entrada. Por carga. Por obstrucción.

LA ENTRADA: Es la técnica que utiliza un jugador para quitarle el balón de los pies a un contrario. Es muy importante saber en qué momento preciso debe entrarse a un oponente, puesto que si se precipita o se re­trasa la acción se dan más ventajas al atacante pa­ra que consiga un regate efectivo. Antes de realizar la entrada el jugador debe pre­sionar con su cuerpo al contrario y abstenerse de meter el pie hasta que se presente el momento oportuno, bien porque al atacante se le ha ido unos centímetros el balón, porque no presta sufi­ciente atención al mismo, porque su acción es len­ta y nos da tiempo para entrarle, etc. El momento oportuno para entrar al contrario es justo cuando recibe el balón e intenta dominarlo, o cuando lo empuja para iniciar el regate. La presión del jugador: Debe hacerse desde el ángulo apropiado para forzarlo a llevar el balón en la dirección que se quiera, encerrarlo en una esquina o lateral del campo, llevarlo hacia donde sabemos hay un compañero para ayudarnos o, en caso de que el atacante sólo sepa usar una pierna, obligarle a que conduzca el balón con su pierna mala. La postura correcta consiste en flexionar las pier­nas y mantenerse sobre las partes delanteras de los pies. La vista debe fijarse sobre el balón y suele resul­tar efectivo realizar fintas para despistar al contra­río y obligarle a cometer errores que permitan la entrada definitiva. La entrada con deslizamiento: Debe ser utilizada como último recurso, evitán­dola si se puede desposeer del balón al contrario de otra manera. Es peligrosa puesto que, una vez producido el deslizamiento, si no se ha consegui­do el propósito de quitar el balón, la reacción es mucho más lenta dando tiempo al atacante de ale­jarse de nuestra posición. El modo de hacerlo consiste en aproximarse oblicuamente al adversario, y cuando su pierna in­terior se halla extendida hacia atrás, deslizarse ha­cia el balón estirando y haciendo contacto con el pie más alejado del oponente. El deslizamiento se hace cruzado y enfrente de él, para desposeerle del esférico con sólo un toque. La entrada con bloqueo: Se debe hacer en el momento en que el jugador que lleva el balón lo empuja separándose ligera­mente de él. Es entonces cuando se pone la pierna más próxima al balón, como pierna de apoyo que carga con el peso del cuerpo, y se flexionan ambas piernas, mientras se inclina hacia adelante la ca­beza y la parte superior del tronco, con el hombro más próximo dirigido hacia el contrario. El contacto se produce con la parte interna del pie, en la zona inferior del eje horizontal del balón, deteniendo su trayectoria y mediante un ligero mo­vimiento del pie, levantando la pelota por encima del pie del contrario o, según su posición, por en­tre sus piernas. En términos generales la entrada ha de ser una acción rápida y sin precipitación, vigilando por en­cima de todo el balón y prescindiendo de los movi­mientos que con los pies o con el cuerpo haga el poseedor del balón. Una entrada hecha sin objetivo ni idea alguna no es una buena acción y casi nunca lleva a nada práctico.

LA CARGA: Esta acción es un encontronazo con el adversa­rio realizada sin peligro ni violencia que tiene como principal objetivo el alejar al jugador del ba­lón; de este modo se consigue que pierda su con­trol y se evita que lo juegue. La carga se hace con el hombro, de frente o de costado (por detrás sólo cuando el contrario obs­truye el balón) sin accionar para nada los brazos que deben quedar colgando. El momento apropiado para "cargar" a un juga­dor, ya que se trata de buscar su desequilibrio, es cuando éste se encuentra con menos base de apo­yo; es decir, cuando únicamente un pie está en el suelo y el pie libre está más cerca del jugador que efectúa la carga.

LA OBSTRUCCION: Es una oposición que se hace con el cuerpo so­bre el jugador que conduce el balón o pretende jugarlo. La obstrucción sólo puede hacerse cuando el balón se halla a una distancia mínima para ser jugado; en caso contrario se incurre en falta. Hay dos maneras básicas de realizar la obstruc­ción: Fintando con el cuerpo a derecha e izquierda del adversario, cuando éste lleva el balón. Situándose entre el adversario y el balón cuan­do el primero lo lleva controlado, obstaculizán­dole el alcance del esférico.

LA BARRERA EN LOS LANZAMIENTOS DE FALTAS: Desde el punto de vista defensivo, aquel equipo que ha sido penalizado con un saque libre directo o indirecto cerca de su propia portería, corre el riesgo de que le marquen un gol. En el fútbol ac­tual son numerosos los jugadores que, gracias a una técnica depurada, son capaces de colocar el balón con fuerza y precisión lejos del alcance del portero, desde una distancia entre los 17 y los 25 m. De ahí la necesidad de que una serie de jugadores, respetando la distancia de 9,15 m. que marca el reglamento, se coloquen de tal modo que inten­ten obstaculizar el lanzamiento de la falta, impi­diendo dentro de lo posible que el balón se cuele en el marco. A esta colocación de, jugadores en una posición más o menos determinada se le ha dado el nombre de "barrera".

LA BARRERA EN LOS TIROS LIBRES DIRECTOS: En este caso la colocación de la barrera corres­ponde al portero. En el equipo que debe formar la barrera hay siempre un hombre-base (que acos­tumbra a ser siempre el mismo), que, inmediata­mente después de pitada la infracción se sitúa a la distancia reglamentaria de 9,15 m. en la línea ima­ginaria que va desde el balón al poste más próxi­mo de su portería y, de cara a su guardameta, si­gue las instrucciones de éste. Una vez este jugador ha fijado su posición, los compañeros se le sitúan al lado tratando de tapar el hueco de la portería. El número de jugadores que componen la barre­ra, que suele ser de un mínimo de 3 y un máximo de 6, depende de la distancia que separa al balón de la portería. Por una parte, el portero se colocará próximo al segundo poste, que es el que queda desprotegido por la barrera, con lo que podrá vigilar un tiro en esta dirección y al mismo tiempo ir de cara al ba­lón si éste se dirige al poste contrario. La posición del resto de jugadores del equipo que marcan a los jugadores adversarios suele ser la siguiente: Situarse más atrasados que la barrera para atraerse a los adversarios y, en el momento en que el balón va a ser lanzado, se adelantan de­jando a los oponentes en posición antirregla­mentaria de fuera de juego Colocarse a la misma altura que la barrera para impedir que los adversarios estén próximos a la portería. Sin embargo, esta posición comporta el riesgo de dejar una gran zona libre de la cual puede beneficiarse el equipo contra­rio, mandando el balón ahí para que, en una rápida acción, un jugador se lleve el esférico sin oposición. Veamos ahora cuales son las misiones de la ba­rrera según sea el tipo de lanzamiento directo que efectúe el tirador de la falta. En este aspecto, he­mos de recordar que el tiro libre directo no impone la obligatoriedad de lanzar directamente al marco, sino que pueden realizarse pases o lanzamientos a otros jugadores cuya posición sea favorable para intentar el tiro, el centro o la realización de una ju­gada peligrosa, pero de las que hablaremos cuan­do se trate el tiro libre indirecto. El tirador tiene tres opciones: Lanzar el balón con efecto por encima de la barrera en dirección a una de las dos escua­dras superiores de la portería, zonas que en­trañan mayor dificultad para el portero. Hacer un lanzamiento a ras de suelo o a me­dia altura cuya dirección sean los ángulos in­feriores del marco. Tirar a «romper» contra la propia «barrera», tratando que alguno de sus componentes se esconda, o bien que el desvío favorezca a al­guno de sus compañeros, o incluso que deso­riente al portero que se había lanzado hacia donde la dirección primitiva del balón le había indicado. Misiones de la barrera: En el primer caso, la barrera debe estar com­puesta por jugadores preferentemente altos, para que el lanzador se vea obligado a elevar demasiado el balón. En el segundo caso es fundamental que la la­bor y el entendimiento entre el hombre-base de la barrera y el portero sea el adecuado, pa­ra evitar que el lanzamiento sea efectivo por el lado opuesto al del portero. En el tercer caso, es importante que la barrera permanezca unida sin dejar huecos que el portero, evidentemente, creerá que están cubier­tos. Para ello, es útil que los jugadores se co­jan por el brazo a fin de evitar cualquier des­plazamiento. Sea cual sea el lanzamiento, una vez se ha pro­ducido, la barrera se deshará, yendo cada uno de los jugadores, según la trayectoria del balón, a marcar a los jugadores adversarios, en especial a los que ocupan una posición más peligrosa para el marco, y cuya intervención en el juego puede re­sultar posible. Si el lanzamiento de la falta se hace desde algún punto lateral a la portería, la barrera se formará en sentido oblicuo, intentando que los dos jugadores exteriores se hallen ambos a 9,15 m. de distancia del balón, y los demás componentes en la línea recta que les une. De lo contrario, si la barrera se formara en dirección paralela a la portería, habría jugadores a mayor distancia de la reglamentaria, facilitando así la intención del adversario.

LA BARRERA EN LOS TIROS LIBRES INDIRECTOS

En estos tipos de saques, es importante tener en cuenta el punto exacto del lanzamiento, pues a mayor distancia de la portería se precisa menor vi­gilancia directa. El tiro libre indirecto, como ya se ha indicado, es aquel mediante el cual no se puede obtener direc­tamente el gol. Teniendo esto en cuenta, se puede considerar que la zona más peligrosa es aquella que está comprendida entre los 25 m. más próxi­mos a la portería. En este caso, el número de juga­dores que componen la barrera se verá reducido, y de este modo se tendrán elementos suficientes para vigilar a los adversarios, deshaciéndose inmediatamente después de que el balón haya sido puesto en juego. Cuando el punto desde donde debe lanzarse la falta está a una distancia menor o igual a 9,15 m. de la portería, la barrera se compondrá del máximo número de jugadores y se situará sobre la misma línea de meta comprendida entre los dos postes. El portero deberá situarse en la zona más próxima al posible itinerario del balón. En el momento en que el balón ha sido puesto en juego, y ha recorri­do una distancia igual a su circunferencia, los ju­gadores de la barrera se darán prisa en salir en di­rección al balón. Las posibilidades que tiene el lanzador de un ti­ro libre indirecto, y que también son aplicables al tiro libre directo, son muchas. Normalmente, se trata de buscar el golpe sorpresa. Algunos casos son los siguientes: Un jugador se coloca junto al balón de perfil a la portería y a la barrera y de espaldas al auténtico tirador, para hacer creer al equipo contra­rio que va a ser él quien efectúe el golpe fran­co. En ese momento y tras la señal arbitral re­glamentaria, pasa el balón al compañero que se encuentra a un lado, para que sea éste quien tire a portería. Otra posibilidad, nada descabellaste, cuando la falta debe lanzarse muy cerca de la portería, consiste en golpear el balón directamente contra la barrera con la intención de que el re­bote consiguiente se cuele en el marco. No es un medio que deba emplearse sistemáticamente, puesto que supone un riesgo, no sólo para el equipo defensor, sino también para el beneficiario de la falta al intentar un gol sor­presa, pero es una variante útil. Este tercer ejemplo ilustra una de las muchas combinaciones de que dispone el equipo be­neficiario del golpe franco indirecto. El jugador n° 1 corre en dirección al balón, como si fuera a lanzarlo, pero no lo hace, sino que sigue su carrera tratando de desmarcar­se por la izquierda de la barrera. El n° 2 tiene las siguientes opciones: Pasar al jugador n° 1, cuya posición se verá fa­cilitada por la labor del jugador n° 6 que, des­plazándose hacia la izquierda, tratará de frenar sin llegar a obstaculizar antirreglamentariamen­te, la intervención de los jugadores que forman la barrera. Pasar al n° 5 quien, Irás desdoblarse por el late­ral, puede intentar un centro. Cruzar el balón hacia la posición del n° 4 para que tire sobre puerta. Pasar al n° 6 para que éste devuelva el balón al n° 3. Además de estas opciones, existen otras mu­chas que vendrán dadas por la posición de los ju­gadores contrarios; es decir, por las propias cir­cunstancias del juego, o por el entrenamiento que de este tipo de faltas se realice durante las sesio­nes de preparación. No obstante, lo esencial es la multiplicación de las carreras de reclamo para provocar reacciones en los defensores contrarios que determinarán la evolución del juego. La barrera es, pues, un recurso de carácter téc­nico, que tiene la suficiente importancia como pa­ra que se le dedique el tiempo necesario en los en­trenamientos, y que su formación no se deje al azar.

 

EL TIRO: El tiro es la acción por excelencia del fútbol; la que, en la mayoría de ocasiones, decide el resulta­do de un partido. Es una acción capaz de hacer le­vantar al público de sus asientos si se convierte en gol, pero que puede desencadenar silbidos si su trayectoria no acierta en el objetivo. El tiro es una explosión de carácter repentino, que precisa de gran «limpieza» en su ejecución. La técnica del tiro, que comprende tanto su prepara­ción como su realización, requiere un olfato innato del gol. El tirador debe ser rápido en juzgar la situa­ción propicia para el tiro, en su decisión y en la eje­cución técnica, que será tan explosiva como ins­tantánea.

 

TECNICA DEL TIRO: Aunque la técnica del tiro no consiste más que en aplicar la técnica del pase, intentando que el balón supere la oposición del portero y se estrelle en el interior de las mallas, hay algunos aspectos dignos de ser tenidos en cuenta. Potencia y precisión deben formar un «todo» ar­mónico en el tiro, dado que la carencia de uno de ellos aumenta las posibilidades de que no se con­vierta en gol. Al chutar, el pie describe un movimiento muy pa­recido al del péndulo, y precisamente por la ley del péndulo sabemos que el punto de velocidad máxi­ma coincide al pasar por la vertical del punto de sustentación. Por tanto, la máxima potencia del ti­ro se consigue cuando el pie activo pasa por la ver­tical de su punto de sustentación la rodilla, momento que coincide con el adelantamiento del pie que chula respecto al de apoyo. En la acción del tiro a puerta es tan importante una buena colocación del pie de apoyo como el re­pentino movimiento de la pierna libre. Es indispensable que el pie de apoyo se encuen­tre a la altura del balón. En el momento de ejecutar el tiro es necesario que el jugador mire el balón para que el contacto se produzca en el lugar preciso.

EL TIRO A BALON PARADO: El pie de apoyo se coloca a un lado y justo a la altura del balón, mientras que el pie que va a ejecutar el tiro contacta con el balón con el empeine y la puntera hacia abajo, al tiempo que el cuerpo se in­clina, ligeramente, hacia adelante. En caso de que el pie de apoyo se ponga más atrás que el balón, el contacto se hará tras rebasar el pie activo la vertical de su punto de sustentación, y en el momento en que se eleva y pierde velocidad. Como consecuencia de todo ello, el tiro no alcanzará su máxima potencia y saldrá con trayectoria alta. Por último, si el pie de apoyo se coloca adelan­tado respecto al balón, el contacto se producirá cuando el pie no ha alcanzado todavía su máxima velocidad y su trayectoria es baja. El resultado será un tiro sin fuerza y hacia abajo.

EL TIRO CON BALON EN MOVIMIENTO A RAS DE SUELO: Si el balón llega a ras de suelo, ya sea de frente, por los laterales o por atrás de un jugador, el tiro consiguiente se rige por la misma técnica de eje­cución que el tiro a balón parado. No obstante, en­traña mayor dificultad puesto que el contacto de­be producirse en el momento apropiado sabiendo aprovechar el propio movimiento del balón en be­neficio de una mayor potencia en la ejecución. Estos dibujos nos mues­tran la posición y movimientos correctos del tiro con el empeine, con la parte externa e interna y con la punta del pie.

EL TIRO CON BALON EN MOVIMIENTO EN PLENO VUELO: El tiro de volea consiste en pegar al balón antes de que toque en el suelo. Para su ejecución, se co­loca el pie de apoyo flexionado por la rodilla, mien­tras el otro, con la rodilla adelantada respecto al balón, lo golpea lo más cerca posible del suelo. La trayectoria del tiro vendrá dada por la posi­ción de la punta del pie: si mira hacia arriba, el tiro saldrá elevado; si mira hacia abajo, el tiro saldrá raso y si se pone horizontal, saldrá a media altura.

EL TIRO A BOTE PRONTO: También llamado, tiro de media volea, consiste en pegar al balón justo cuando empieza a subir, in­mediatamente después de haber botado en el sue­lo. El jugador debe ponerse frente a la trayectoria del balón y con la vista fija en el mismo, para que el tiro sea correcto. Por la velocidad y la trayecto­ria del balón, se debe prever el tipo de bote que va a dar para calcular con certeza la posición del pie y la altura a la que debe de producirse el contacto. Muchas veces, un error en este cálculo facilita el que el balón pase por debajo o por encima del pie sin conseguir contactar con él o produciéndose un contacto totalmente defectuoso. Posición del pie: Todos estos tiros y remates se pueden ejecutar con el empeine, con la parte interna o externa del pie e incluso con el talón o la puntera, según sean las circunstancias del juego o las propias prefe­rencias del jugador. Aunque no se debe abogar por el empleo de este o aquel procedimiento, debido a las muchas' for­mas y posiciones de tiro que hacen que cada juga­dor escoja su propio método, no cabe ninguna du­da de que se puede hablar de ciertas analogías en el tiro según sea la posición del pie activo. En el caso del «chut» directo, después de un pa­se rápido, ya sea raso o por el aire, se suele utilizar la parte interior del pie para golpear el balón. A balón parado, el tiro con el empeine consigue mayor velocidad y potencia, así como limpieza en el disparo. Para conseguir chutar con efecto, la superficie de contacto idónea es la parte externa del pie. La acertada colocación del pie que da limpieza al golpe es, por tanto, lo que da al tiro su marca de calidad; es la característica de un estilo y de una manera de chutar.

 

EJERCICIOS DE TIRO: Es en los entrenamientos cuando se debe insis­tir al jugador a que arriesgue en el tiro. Para ello, hay algunos ejercicios muy prácticos: Disparar al salir de una finta o regate. Disparar en plena carrera de desmarque sin lle­gar a controlar el balón. Disparar cruzado sobre el marco con la pierna opuesta, después de una carrera por el ala dere­cha o izquierda. Disparar a balón parado, ensayando los tiros li­bres directos desde cualquier ángulo. Disparar después de jugar el balón con un com­pañero. Disparar de volea media volea tras una carre­ra. Todos estos ejercicios pueden realizarse con o sin oposición, aunque es preferible hacerlo con ella, para imitar la situación real de juego, donde el acosamiento es permanente, obligando al tirador a que juzgue, escoja y ejecute el tiro de manera rápi­da y desde una posición diversa y difícil.

LA ACTUACION DEL PORTERO: La actuación del guardameta es decisiva y de ella depende en una medida considerable el resul­tado de un partido. En la mayoría de ocasiones, es el último jugador que puede rechazar un ataque contra su marco y un error suyo, a menudo, resulta irreparable. El error de un jugador de campo, aun siendo de mayor envergadura, pasa normalmente más desa­percibido que el fallo de un portero que puede in­cluso desfigurar el resultado de un partido equili­brado. Las facultades físicas de un portero deben ser: velocidad de salida, agilidad, explosividad, flexibilidad y buenos reflejos (Fig. n° 93). Las faculta­des psíquicas son: valentía, decisión, voluntad, ca­pacidad de concentración y estabilidad psíquica. No obstante, y teniendo en cuenta que la catalo­gación de un buen guardameta pasa por la correc­ta ejecución de cada una de las acciones que reali­za, veamos la técnica específica que caracteriza a las mismas.

 

POSICION BASICA: La posición básica defensiva del guardameta consiste en mantener las piernas abiertas, en pos­tura cómoda y flexionadas al igual que los brazos. El punto de apoyo del portero no es toda la planta del pie, sino que al decantar parte de su peso ha­cia adelante, se apoya preferentemente en los me­tatarsos para que, en caso de que tenga que mo­verse o zambullirse, lo haga con mayor rapidez de reacción. Las acciones básicas defensivas del portero pueden clasificarse en tres grupos: la recepción de balones paradas, el desvío o despeje de pu­ños (donde interviene a menudo «la salida» del por­tero del marco), y la zambullida o estirada para de­tener o desviar balones laterales.

LA RECEPCION DE BALONES: Según cual sea la trayectoria del balón, podre­mos hablar de balones rodados o balones en vue­lo. Teniendo en cuenta que la dirección del balón es casi en línea recta con respecto a la situación del portero, la recepción de balones rodados tiene la siguiente técnica: Si el portero se halla de pie, ambos pies deben estar unidos para impedir un posible «túnel» del balón y de frente a la trayectoria del mismo, con las piernas estiradas y la vista fija en el balón. A medida que éste se aproxima, se flexiona el tronco desde la cintura y se bajan los brazos ex­tendidos, con los dedos abiertos y las palmas de cara al balón y próximos. Los codos se man­tienen cerca del cuerpo y en el momento de lle­gar el balón, se amortigua el golpe dejando que penetre en las manos y llevándolo inmediata­mente hacia el pecho garantizando su total pro­tección. Si la potencia del disparo es mayor, y el ángulo un poco lateral, el portero puede asegurar su in­tervención, haciendo la recepción de los balo­nes rodados apoyando una rodilla en el suelo. El guardameta arrodilla en el suelo una pierna, poniéndola cerca del talón de la otra pierna, im­pidiendo mediante el muslo de una y la pierna de otra que el balón pase por debajo. Los bra­zos se llevan hacia adelante con las manos jun­tas y las palmas de frente al balón, mientras se giran los codos hacia dentro. La recepción, pro­piamente dicha, se hace igual que en el caso anterior, es decir, amortiguando el golpe y lle­vando inmediatamente el balón al pecho para protegerlo del acoso de un contrario. En cuanto a los balones en vuelo también se pueden distinguir según su trayectoria los que van a media altura y los que van altos. Los balones a media altura, cuya recepción se hace entre la cintura y los hombros, son en prin­cipio los disparos más fáciles de atrapar aun­que depende mucho de la potencia y de la precisión con que son realizados. Así, por ejemplo, será más efectivo un disparo a media altura la­miendo el poste contrario en el que se encuen­tra el portero, que un disparo raso o alto al ex-. tremo de la portería en el que él se halla. Puestos en el caso de que el portero se encuen­tra en línea recta con la trayectoria del balón, el portero separa sus piernas semiflexionadas más o menos un palmo. Los brazos los lleva hacia adelante con las palmas al frente y los codos do­blados. El balón debe contactar con el pecho, momento en que los brazos y las manos, con los codos próximos, aprisionan el balón. Para que no se produzca un mal rebote es importan­te, además de hacer todo esto en el momento oportuno, amortiguar el golpe llevando el cuer­po un poco hacia atrás. Cuando el balón viene alto, el portero mantiene la posición básica defensiva explicada. En el momento que la distancia es la adecuada, fle­xiona las piernas y se impulsa para el salto ele­vando todo el cuerpo, incluso los brazos que se extienden hacia el punto de intercepción del ba­lón con las palmas de las manos de frente y pró­ximas. La recepción del balón se hace con los dedos, pero inmediatamente se baja para protegerlo con el cuerpo.

EL DESPEJE DE PUÑOS: Esta acción del portero suele hacerse tras un centro alto, anticipándose a la acción del contra­rio, cuyo acoso y proximidad dificulta la recepción total del balón, y viene dada por la salida del porte­ro de su marco. Es decir, ante un centro, el portero tiene dos opciones: o bien salir a por él, bien es­perar el remate quedándose bajos los palos. Si el centro es demasiado largo, corto o va a resolverse lejos de la portería, el portero hace bien quedándo­se bajo los palos. En caso de que el centro lleve el suficiente peligro para ser rematado dentro del área de meta, el portero deberá salir a por él e in­tentar atrapar o despejar el balón. Hay tres tipos de despeje: a dos manos, a una y por encima del travesaño. El despeje a dos manos: Para despejar el balón con ambos puños, el por­tero salta con los brazos hacia arriba próximos al pecho y flexionados. En el momento de mayor altu­ra del salto se produce el contacto, extendiendo completamente los brazos y despejando el balón con la parte plana del puño, compuesta por las pri­meras falanges de los dedos, manteniendo ambos puños juntos. Este despeje suele hacerse hacia arriba y adelante. El despeje con una mano: Este desvío es, quizás, menos preciso que el an­terior, debido a que la superficie de contacto tam­bién es menor, pero resulta muy eficaz en los ca­sos en que el portero, ante una nutrida nube de ju­gadores en la proximidad de su área, debe entrar con fuerza al balón y no ve la posibilidad de efec­tuar el despeje a dos manos. En estos casos, el portero salta hacia arriba con un brazo extendido para darse impulso, mante­niendo el del despeje abajo y doblado. Cuando ha conseguido la máxima altura, saca el brazo hacia arriba y en una acción repentina despeja el balón con el puño (tercera falange de los dedos) hacia adelante y arriba. El despeje por encima del travesaño: Suele hacerse cuando el centro es muy alto y se va a colar directamente por la parte superior de la portería, o cuando un disparo bombeado coge en posición adelantada al portero, que debe correr ha­cia atrás e «in extremis» sacar el balón por encima del travesaño con la punta de los dedos. El salto del portero se hace con los brazos do­blados, y en el momento que se va a producir el contacto se extienden y se toca el balón con los dedos, de modo suficiente para empujarlo hacia arriba y hacia atrás del travesaño.

LA ZAMBULLIDA O ESTIRADA: Se utiliza cuando el portero se encuentra a cier­ta distancia de donde se aproxima el balón y debe estirarse para poder detenerlo o despejarlo. Estas zambullidas acostumbran a ser muy es­pectaculares, sobre todo en el caso de la «palomi­ta» donde el portero más que estirarse en plancha, hace un salto lateral prodigioso y atrapa el balón en pleno vuelo, llevándolo después hacia el cuerpo para protegerlo de la caída Mediante la zambullida, el portero puede atrapar o desviar el balón. Detención del balón: A partir de la posición defensiva básica, el guar­dameta hace un corto paso lateral hacia el lado donde viene el balón y se da impulso con la pierna más próxima a él. Los brazos los mantiene flexio­nados hasta que, en pleno vuelo, los extiende para atrapar el balón con los dedos. Una vez se tiene asegurada su posesión se lleva hacia el cuerpo mientras se aprisiona entre los brazos y las pier­nas y aterriza en el suelo tratando de no golpearse los codos y, en todo caso, haciendo rodar su cuer­po para proteger el balón y su propio cuerpo Desvío del balón: En caso de que tras la zambullida el portero vea que no le es posible asegurar la posesión del ba­lón o tiene miedo de que se le escape, es preferible que intente el despeje con el puño. El modo de hacerlo es el explicado anteriormen­te, con la única diferencia de que el portero gol­peará el balón en vez de atraparlo.

LOS SAQUES DE PORTERIA: Cada vez que el guardameta se hace con un ba­lón debe ponerlo nuevamente en juego, para que su equipo inicie el ataque contra la portería adver­saria. Los saques del portero pueden hacerse con la mano o con el pie. Como norma general, los sa­ques o pases con la mano son más precisos, pero retardan el ataque, puesto que son más cortos. Por contra, los saques con el pie favorecen una posi­ble y rápida penetración profunda hacia el área contraria, pero no poseen la precisión de un saque con la mano, lo que no garantiza que el balón va a seguir en poder del equipo que ha efectuado el sa­que. Entre los lanzamientos con la mano están: El rodado del balón, mediante el cual el portero hace un pase corto y a ras de suelo a algún compañero próximo a él. El lanzamiento de gancho que consiste en: sujetar el balón con la palma de la mano. llevar el balón por detrás del cuerpo mientras se hace un paso en dirección al próximo lan­zamiento. El peso del cuerpo se traslada de la pierna trasera a la delantera, a la vez que el brazo que posee el balón se adelanta y hace el lan­zamiento Los lanzamientos con el pie pueden ser a pelota parada en el suelo cuando el balón ha salido por la línea de meta impulsado por el equipo atacan­te o saque libre del portero (de volea) cuando el portero se ha hecho con el esférico sin que haya salido fuera. El lanzamiento a pelota parada consiste, únicamente, en tomar carrerilla e impulsar el balón con una pierna. En el pase de volea el portero lleva el balón entre las manos, enfrente del cuerpo. Hace un paso con la pierna de apoyo, sobre la que recae el peso del cuerpo, a la vez que la pierna que va a «lanzar» la lleva hacia atrás. En ese momento deja caer el ba­lón y adelanta la pierna retrasada golpeando el ba­lón con el empeine.

 

EL JUEGO COLECTIVO: El fútbol de alta competición evoluciona día a día, produciéndose un cambio estructural que re­percute, no sólo en la técnica individual, sino tam­bién en el juego colectivo. Así, por ejemplo, a fina­les de los años 60 el fútbol preferentes ente atléti­co dejaba paso al fútbol basado en la preparación física, que hoy día ya se ha consolidado. Los buenos equipos y las buenas selecciones basan su juego en un equilibrio entre el ataque y la defensa. Este equilibrio se consigue, principal­mente, orientando el juego hacia el ataque, hacia la consecución del gol, sustentado por un buen y seguro trabajo defensivo. Es decir, un buen equipo se caracteriza porque la construcción y la conducción del juego la reali­za él mismo, esforzándose en imponer su propia concepción del juego, y sin dejar que sea el equipo contrario quien lo neutralice. La forma de poner en práctica la propia concep­ción del juego es mediante los patrones o siste­mas de juego. Los sistemas de juego son unas tácticas me­diante las que se distribuye a los jugadores por lí­neas, o grupos posicionales, para desarrollar el jue­go del equipo. En el fútbol actual se impone el que, dentro de cada línea, existan unos directores de juego clara­mente definidos, cuya misión variará según el lu­gar que ocupan en el campo. Así, por ejemplo, el director del juego de la defensa es, ante todo, un organizador, el del centro del campo es quien de­sarrolla la estrategia, y el de ataque coordina sus movimientos con el del resto de jugadores. A pesar de las diferentes funciones que realizan y de la propia personalidad individual, los directo­res de juego tienen unas características comunes que son: Llevar a cabo, de una manera constante, la di­rección del equipo mediante la que se realiza de forma colectiva la táctica, y la concepción del juego impuesta por el entrenador. Según sean las circunstancias del partido, son capaces de realizar o reajustar las funciones encomendadas en un principio, para beneficio del equipo. Son los que, atendiendo a los intereses del equi­po, determinan el ritmo de juego adecuado en cada momento. Los directores de juego son, pues, unos jugado­res que mantienen una constante influencia sobre el resto de compañeros, principalmente en los mo­mentos de gran carga psico-física, y cuya labor se caracteriza por la eficacia, dado que se trata de ju­gadores de gran estabilidad interna y externa. De un tiempo a esta parte han aparecido nume­rosos directores de juego que, como Pelé, Becken­bauer, Cruyff, Rivelino y otros muchos, demuestran la importancia que su presencia tiene para el resto del equipo, independientemente del lugar que ocupan en el terreno de juego, como lo de­muestra el hecho de que Beckenbauer jugaba de defensa libre, Pelé de interior y Cruyff de delante­ro.

EL JUEGO DE DEFENSA: Desde el mismo momento en que el equipo ad­versario se apodera del balón, el juego de defensa del equipo debe quedar organizado y realizarse en todo el campo de una manera agresiva. Para ello se utilizan diversos sistemas de marcaje, como el hombre a hombre, por zonas, la defensa combina­da y la defensa mixta. Mientras en el centro del campo el marcaje se suele hacer por zonas, en la defensa se hace al hombre.

LA DEFENSA INDIVIDUAL: También llamada defensa personal u hombre a hombre, puede practicarse como solución básica (caso del típico «cerrojo») o como solución alterna­tiva, pero en todo caso, es una modalidad constan­te en el fútbol actual. Un equipo que utiliza como defensa tipo la defensa en zonas, puede cambiar el marcaje por el de hombre a hombre cuando el avance rival se encuentre en las proximidades del área de penalty. El principio del marcaje al hombre rige también en aquellas jugadas rápidas y en pro­fundidad. Pero, ¿qué es propiamente la defensa individual? ¿en qué consiste? Se trata de marcar a un jugador determinado, (volante o atacante) de forma estre­cha por todos los lugares del campo salvo las obvias excepciones. En la defensa individual se dejan de lado aque­llas tácticas defensivas que, como el relevo, la co­bertura o la defensa escalonada, aparecen en los sistemas de juego, puesto que el hombre libre de la defensa es el encargado de realizar estas fun­ciones en el marcaje al hombre.

LA DEFENSA COMBINADA: Como su mismo nombre indica, es la combina­ción de la defensa al hombre y la de zonas. Se trata de marcar al hombre en zona. Es decir, a cada ju­gador se le encomienda una zona determinada en la que deberá marcar, estrechamente, al jugador adversario que normalmente la ocupa Si el equipo rival, por cuestiones técnicas o de otra índole decide intercambiar posiciones, el jugador deberá encargarse de la vigilancia del nuevo adversario que ocupe dicha zona. Sin embargo, no hay que olvidar que el sector de desenvolvimiento de cada jugador es muy vasto, respondiendo más a la teoría que a la realidad. Por ello, todo jugador de­berá saber, atendiendo a las circunstancias del juego, cuándo debe dejar libre a su hombre para que se encargue de él otro compañero, o cuándo debe continuar su marcaje, aunque el lugar en que se encuentre no corresponda, propiamente, a su zona de marcaje.

LA DEFENSA ZONAL: Es el marcaje que los jugadores (generalmente, defensas y volantes), ejercen en espacios reduci­dos en el fondo de la defensa. Consiste en ceder, voluntariamente, la zona del medio campo al equi­po contrario, retirándose todo el bloque defensivo a los aledaños del área de penalty y desde allí ha­cer frente a la ofensiva adversaria. Este tipo de de­fensa, mediante la que se deja aproximar el ataque del conjunto rival, permite en numerosas ocasio­nes, tras robar la posesión del balón, realizar una acción veloz de contraataque.

LA DEFENSA MIXTA: Su realización debe ser perfecta para evitar fáci­les desajustes defensivos. Se trata de una mezcla de los tipos de defensa mencionados anteriormen­te. El equipo que pone en práctica este tipo de de­fensa no debe permitir que ningún jugador atacan­te se halle libre de marcaje, sea del tipo que sea. Así, por ejemplo, si la táctica es de cerrojo, realizada con marcaje individual por parte de de­fensas y volantes excepto el lateral izquierdo que marca en zona a su extremo y en un momento dado un atacante se encuentra próximo a la zona de peligro para nuestra meta y libre de marcaje, se producirá un desconcierto defensivo colectivo to­talmente contraproducente. Los jugadores se pre­guntarán de dónde ha podido surgir ese jugador y en un intento de marcarlo se descuidará el marca­je de otro hombre y se producirán inevitables huecos, que darán al traste con la efectividad de la de­fensa mixta. Otro ejemplo de defensa mixta, que se utiliza a menudo, es aquella que realiza un equipo que prac­tica una defensa combinada, a excepción del juga­dor n° 6 que somete a un marcaje al hombre, al n° 9 rival.

CARACTERISTICAS DEL JUEGO DEFENSIVO: Cualquiera que sea el tipo de defensa utilizado, existen unas características comunes en el juego de defensa, que son: La lucha por la posesión del balón, que se inicia ya en el medio del campo, permitiendo recupe­rar muchos balones antes de que lleguen a la zona de defensa propiamente dicha y, en el peor de los casos, se consigue dificultar y retra­sar la organización del ataque, dando tiempo a una organización de la defensa. El jugador contrario que se halla en posesión del balón es marcado hombre a hombre en una acción rápida y consecuente, mientras el otro defensa más próximo, con un marcaje en zona, trata de interceptar el posible pase. En toda defensa, además de un control sobre los jugadores contrarios, se intenta la cobertura de todos los espacios. La posición de defensa libre es ocupada por un jugador de buena talla dotado de agilidad y mo­vilidad que, en buena lógica, saldrá con ventaja en los intentos de pases altos, así como en los centros largos y los saques de esquina.

EL JUEGO EN EL CENTRO DEL CAMPO: El juego en esta zona del campo tiene una fun­ción básica y determinante en la estructura del juego de conjunto. Parece evidente que, al tratarse de la zona intermedia del terreno de juego, todas las acciones pasan inevitablemente por ella, cons­tituyéndose en el lugar más transitado. Por un la­do, el juego en el centro del campo es una fase de­cisiva para la organización del ataque y, por otro, forma parte activa en la de la defensa. Las características del juego en esta zona son las siguientes: cuando el equipo ha conseguido recuperar la posesión del balón en zona de defensa o de me­dio campo, la línea de centrocampistas se ve re­forzada con la presencia de algunos defensas, en especial del líbero, para organizar el ataque de una forma más constructiva y eficaz. Del mismo modo, cuando el equipo pierde la po­sesión del balón en zona de ataque, esta línea se refuerza con algunos jugadores atacantes que se repliegan, con el fin de ayudar en la mi­sión de entorpecer la organización del juego ofensivo del adversario. Este grupo posicional suele estar compuesto por jugadores de técnica depurada, espíritu ba­tallador y con gran potencia y precisión en el disparo a larga distancia.

EL JUEGO DE ATAQUE: Aunque cada día son menos los equipos que uti­lizan una disposición táctica basada en el reforza­miento del juego de ataque, no hay que olvidar que se trata de una manera muy válida para ofrecer es­pectáculo; los goles son el espectáculo del fútbol. Esta manera de jugar se ve coronada en la mayoría de ocasiones con un gran número de goles, pero no hay que olvidar que supone también un gran riesgo defensivo. Al lanzarse al ataque con el má­ximo número de elementos, se corre el peligro de dejar desguarnecida la zona de defensa. Por ello, la aplicación de esta táctica debe estar en conso­nancia con las características individuales de los componentes del equipo. No sólo se trata de tener jugadores que sepan atacar, sino de que estos mismos jugadores tengan el suficiente espíritu de sacrificio para bajar a defender cuando la ocasión se presenta. Por su parte, los defensas propiamen­te dichos que en esta casa serán minoría de­ben ser capaces de resolver cualquier situación, o al menos, de retrasar la acción ofensiva del equipo adversario, en espera de la ayuda del resto de juga­dores.

CARACTERISTICAS PRINCIPALES: Normalmente, para que un ataque tenga posibi­lidades de éxito, debe contar con la presencia de tres jugadores en punta. La posición de los extremos es próxima a las lí­neas laterales, mientras el jugador del centro también bascula hacia ellas, permitiendo así la entrada por el centro de otros compañeros que se incorporan al ataque. Las puntas del juego de ataque suelen venir apoyadas por un jugador del centro del campo que se desdobla hacia adelante, y también por los laterales, con buena concepción del juego ofensivo. El jugador de ataque debe poseer un regate se­co con ambas piernas para dejar clavado a su defensor en poco espacio de terreno; rapidez en las carreras cortas; dominio en los pases cortos y las fintas; y disparo con potencia y precisión.

LOS SISTEMAS DE JUEGO: La existencia de los patrones de juego en el fút­bol no es algo reciente. Ya en 1.860, y según textos históricos, existía el 1-10, es decir el portero y 10 atacantes. Estos sistemas un tanto simples se fueron ha­ciendo poco a poco más complejos y complica­dos. No obstante, sea cual fuera el nuevo patrón impuesto, los defensas siempre estaban en infe­rioridad numérica respecto a los atacantes. En este tiempo el fútbol era todavía un deporte espectácu­lo que consistía en conseguir el mayor número de goles posible. De esta manera se pasó del 1-10 al 1-1-1-8, al 1-1-2-7 y finalmente al 1-2-2-6, también llamado sistema escocés. Pero fue en el año 1.885, cuando se empezaron a vislumbrar los derroteros que iba adquiriendo el fútbol; importaba ya no sólo marcar goles, sino también evitar que te los marcaran. En este año, un club inglés, el Blackburn Rovers implantó el 2-3­5 también liado «formación clásica» o «Método». El hallazgo de este sistema fue un avance importante en el terreno de las tácticas futbolísticas y su prác­tica se extendió hasta 1925, aunque se siguió utili­zando con algunas variantes hasta 1.940, año en que fue desplazado por el sistema 3-2-2-3 o «WM». Con la aparición de este nuevo sistema, se había llegado por primera vez al equilibrio numérico en­tre defensores y atacantes.

«LA FORMACION CLASICA», el 2-3-5 o «METODO»: Este sistema, que funcionaba de un modo vas­cular de atrás para adelante, se asentaba sobre dos defensas, tres centrocampistas y cinco ata­cantes Los dos «backs» (jugadores n° 2 y 3) se situaban atrás, con la posición del n° 2 algo más retrasa­da, que cubría el área de penalty y era el último en salir a marcar al «wing», «insider» o «centrofo­ward» rivales. Por su parte, el n° 3 era «el rompedor del juego» pues colocaba en fuera de juego a los atacantes contrarios, quienes necesitaban tres jugadores de­lante suyo para que su posición fuera legal. El jugador n° 3, además, se relevaba con el n° 6 en el marcaje del «wing» e «insider» contrario y apoyaba al n° 5 en el centro del campo. Una variante de este sistema era el intercambio de posición y de funciones entre estos dos jugado­res, pasando el back n° 3 a cubrir el área y el n° 2 a «romper el juego».

Los dos hombres de la línea media, situados en los lados, los n° 4 y 6, también llamados «halves» eran los encargados de vigilar al «wing» e «insider» rivales, con la consiguiente ayuda del back y su función tenía un carácter más defensivo que ofen­sivo. La línea media recibía el calificativo de «co­lumna vertebral del equipo», donde el n° 5 el centro half hacía de pivote o «llave» distribuyen­do balones. La misión de este jugador, más ata­cante que defensiva, pasaba por ser el «sexto ata­cante», marcar en zona al centrofoward e insiders rivales, y ligar las acciones de la defensa y el ata­que propios. Por lo que respecta a los cinco delanteros, o bien jugaban en línea, o bien se disponían en «uve». Esta disposición venía dada por el hecho de que, ante todo, se procuraba evitar caer en fuera de juego. Esta línea estaba compuesta por el centrofo­ward que era considerado el «director de línea» o «cerebro del ataque»; los «wingers», cuya misión principal consistía en centrar los balones desde los extremos, y, finalmente, los «insiders» que eran los auténticos «perforadores». El juego más característico era el de las alas y el de los tríos centrales, así como el de los «halves» con el «centrofoward» y los «insiders». A pesar de todos los adelantos, la reglamenta­ción del fuera de juego hacía caer una y otra vez a los delanteros en «offside», perjudicando la belle­za del espectáculo. Fue en 1.925 cuando la «International Board» dispuso la: modificación de la regla del Offside,; que aún rige hoy día. Este hecho, repercutió inmediatamente en el fun­cionamiento ofensivo de los equipos, que ade­lantaron líneas principalmente el centrofoward y los wingers sin caer tan a menudo en offside.Vemos pues que la disposición de los jugadores atacantes pasa de la «uve» a la «W» donde los «in­siders» (n° 8 y 10) se convierten en el enlace entre la línea media y la delantera. Esta modificación repercute inevitablemente en el sistema ofensivo, que deberá adaptarse rapida­mente a las nuevas circunstancias. Así, el centro­ half incrementa su trabajo de marcaje y junto a los «insiders» forman el medio campo del equipo. No obstante, la defensa sigue siendo zonal, es decir, cubriéndose mutuamente según la dirección del ataque y relevándose según sean desbordados. Además de la «W», las distintas disposiciones ofensivas que adquiría un equipo, por motivos tác­ticos momentáneos o permanentes o por las pro­pias condiciones físico-técnicas de los jugadores, fueron produciendo distintos escalonamientos que se conocen con los nombres de «raíz cuadrada inglesa», «raíz cuadrada italiana», «táctica del do­ble centrofoward», «W quebrada», formación en «y». Si atendemos a los dibujos, no es difícil adivinar las funciones de los jugadores dentro del escalo­namiento ofensivo. En el caso de «la raíz cuadrada inglesa», el n° 10 hace de «insider» (interior) y el n° 8 de jugador en punta, aunque bajaba a ayudar en las tareas defen­sivas cuando su equipo se veía atacado. En «la raíz cuadrada italiana» la función del n° 10 era más de volante que de interior, acompañan­do al n° 5 en la labor constructiva-destructiva de la zona media. Respecto a la táctica del «doble centrofoward», se trataba de mantener cuatro delanteros en pun­ta, quedando uno en posición algo retrasada. La táctica de la «W quebrada» se asemeja a las dos primeras. En este caso el jugador n° 10 retrasa su posición y el n° 8 queda a mitad de camino en­tre el n° 10 y las puntas de ataque, pero ambos fun­cionan como interiores. En la «raíz cuadrada inglesa», el jugador n° 8 hacía casi de atacante neto y en la italiana, el jugador n° 10 te­nía la misión de un centrocampista. El escalonamiento en «V» estaba formado por la posición retrasada del centrofoward (centro delan­tero), la posición en punta de las alas (extremos) y la posición intermedia de un «insider». El otro inte­rior colaboraba con el n° 5 en la misión de ligar el ataque con la defensa, en una función de «peón de brega».

EL SISTEMA «WM» o 3-2-2-3: Este sistema, también llamado de marcación in­dividual fue creado por Herbert Chapman, entrena­dor del Arsenal inglés. Tuvo unos comienzos difíciles pues, como toda gran innovación, contó con enemigos acérrimos. No obstante, y tras conquistar este equipo cinco li­gas y dos copas (1.930-38), consiguió triunfar ple­namente. Para marcar al centro-delantero, Chapman retra­só la posición del n° 5 convirtiéndolo en central y desplazó a los otros dos zagueros a la vigilancia de los extremos rivales. Las premisas de este sistema eran el ataque to­tal, para el que contaba con 7 jugadores (3 atacan­tes, 2 medios y 2 interiores) y la defensa total con 8 jugadores (el portero, los 3 defensas, 2 me­dios y 2 interiores). Mediante las cuatro líneas del sistema, se con­seguía reforzar el medio campo. 1 línea: compuesta por los tres zagueros cuya numeración solía ser n° 4, n° 2 y n° 3 (la nume­ración inglesa era n° 2, n° 5 y n° 3). 2 línea: compuesta por dos medios volantes, n° 5 y 6 (numeración inglesa n° 4 y n° 6). 3 línea: formada por los interiores, n° 8 y n° 10. 4 línea: de 3 atacantes en punta, n° 7, 9 y 11. La segunda y tercera línea, esto es los medios y los interiores, formaban el «cuadrado o cuadro má­gico», desde donde realizaban una tarea de con­tención defensiva y de proyección ofensiva.

EL SISTEMA 4-2.4: El primer equipo que puso en práctica este siste­ma, a pesar de que existen muchas falsas paterni­dades, fue el equipo húngaro de los años 50. Su nacimiento supuso una evolución del siste­ma «WM» anterior. El equipo húngaro tenía un me­dio volante (el jugador n° 4 Bozsik) que poseía unas características completamente ofensivas, por lo que sus continuas penetraciones hacia el área adversaria debilitaban la solidez defensiva del sistema «WM» que ponía en práctica el equipo húngaro. Ante este problema, se planteaban dos posibles soluciones: o bien se coartaban las ca­racterísticas naturales de ese gran jugador, adap­tándolo a una función más defensiva, o bien se re­forzaba la zona de defensa con la posición más re­trasada del otro medio volante (que era Zacarias). Se optó por esta última alternativa, haciendo ba­jar al jugador n° 10 (Puskas) y, en su caso, al n° 9 para ocupar la zona libre del medio campo. De esta manera tan sencilla nació un nuevo sis­tema: el 4-2-4. Como se observa en la figura ante­rior, donde se muestra la confrontación entre un 4-2-4 y una formación en WM pura, las diferencias, tanto posicionales como de funcionamiento, sal­tan a la vista.

CARACTERISTICAS DEL SISTEMA: Mientras el sistema de 4-2-4 prefiere una supe­rioridad numérica en los extremos del campo, el «WM» la prefiere en el centro del mismo. Así, por ejemplo, en el primer sistema se añade un nuevo defensa y se posibilita el dos contra uno en el corredor central ofensivo, contra el n° 5 rival. En el segundo caso, el medio campo consta de 4 jugadores por dos o tres —según la circunstancia del juego del equipo contrario, con lo que se puede suponer que esta zona del campo estará do­minada por el equipo que presenta la «WM». La formación 4-2-4 cede la zona media al adver­sario y, por contra, estrecha los marcajes en la pro­ximidad del área y juega al contraataque veloz. El 4-2-4 supera, por tanto, la WM en seguridad defensiva, al contar con un defensa más. No obstante, este sistema no es tampoco la pa­nacea y funciona mejor o peor según sus indivi­dualidades. Así, por ejemplo, mientras en el Cam­peonato del Mundo de 1.958 Brasil consigue vencer utilizando este sistema, los rusos no pasarían de los cuartos de final. Y es que, mientras el equipo brasileño estaba compuesto por los Pelé, Didí, Garrincha, Zito, San­tos, Vavá, etc., el equipo ruso no contaba, ni por asomo, con jugadores de la misma calidad. El fun­cionamiento básico de este equipo brasileño con­sistía en una defensa en retirada con marcajes en zona, cesión del medio campo y contraataque a oleadas. Las acciones defensivas las hacían los cuatro defensas y los dos volantes, a los que se sumaban el n° 11 por el lado izquierdo y un leve descenso del n° 10. En el desdoblamiento ofensivo, el n° 11 subía al ataque y el resto de los atacantes se veían acom­pañados por el n° 5, el n° 8 y en ocasiones por los laterales. Las principales críticas que provocó el sistema 4-2-4 se centraban en los siguientes tópicos: Mediante este sistema se consigue una especia­lización del jugador, que será muy eficiente en el puesto que se le otorgue, pero desconocerá la función de los otros puestos. Esto dará como re­sultado espectáculos de poca calidad y brillo. En respuesta a esta acusación, cabe decir que mientras en el fútbol antiguo, y más concretamen­te en los sistemas anteriores, sí existía una espe­cialización de funciones, donde el jugador cubría una zona determinada y hacía una función exclu­yente, en el fútbol moderno que nace en 1.925­y específicamente con el sistema 4-2-4, todos los jugadores tienen varias misiones y se repliegan y despliegan por amplias zonas del campo. Antes, por ejemplo, el «winger» era, exclusiva­mente «winger» y en contadas ocasiones se aleja­ba de su zona lateral; el «back» era «back» y no se proyectaba hacia el ataque, el «halves» tenía una tarea exclusivamente defensiva, y el «centrohalf» era el sexto delantero, al que nunca se le veía en tareas de marcaje o defensivas. Por el contrario, en un sistema 4-2-4 los laterales tienen una función de zagueros y muchas veces se lanzan al ataque por las bandas, los centrales apo­yan el medio campo e incluso suben al ataque. De hecho, se puede contabilizar muchos goles reali­zados por jugadores que ocupan esta posición. Tampoco es raro observar cómo los atacantes in­tercambian sus posiciones e incluso se convierten en defensas circunstanciales. De ahí se puede decir que el hecho de que se den partidos de escasa calidad futbolística no tie­ne nada que ver con esa supuesta especialización del futbolista; en todo caso hay que buscar las causas profundas por otros derroteros. En su día se dijo que el 4-2-4 tenía como finalidad básica destruir el juego de contraataque del ad­versario. De hecho, según los críticos del sistema se requieren sólo auténticos especia­listas: cuatro defensas netamente marcadores, dos centrodelanteros realizadores y cuatro de­lanteros veloces. El fútbol, en su opinión, está. dominado por los jugadores destructores, a los que incluso se les controla sus instintos ofensi­vos. La respuesta a la anterior acusación es clara. Todos los delanteros, sea cual sea el sistema em­pleado, deben ser veloces, o por lo menos la velo­cidad es una cualidad digna de ser tenida en cuen­ta en todo sistema. Si a la velocidad el delantero une inteligencia y habilidad, mejor que mejor. No obstante, no todos los jugadores punteros deben ser de espíritu claramente ofensivo, como lo de­muestra el hecho de que el equipo brasileño del Campeonato del Mundo de Suecia que se alzó con el título, contaba con el n° 11 Zagallo que retrasa­ba su posición en innumerables ocasiones para llevar a cabo tareas defensivas. Es sólo un ejemplo de los muchos que se pueden citar. Respecto al centro delanteros realizadores, es importante aclarar que no sólo los delanteros deben tener espíritu goleador: es conveniente que lo posean los volantes, e incluso los zagueros, con lo que queda rebatida cualquier «acusación»; Y en cuanto a los defensas, en cualquier esque­ma táctico se requieren como principales virtudes la fuerza, sentido de la anticipación y poder de re­cuperación; si, además, tiene condiciones de crea­dor de juego, todavía mejorará el espectáculo. El cargo que se le imputa al sistema 4-2-4 de pro­liferación de jugadores destructores responde, más que al sistema en sí, al funcionamiento co­mún en todo esquema de juego. Si atendemos a los jugadores de Hungría y Brasil, observaremos que ninguna de las dos líneas medias compuestas por Bozsik, Puskas, Heidekuti y Zi­to, Didí y Zagallo respectivamente, ejercían pre­sión en la media cancha, sino que retrocedían has­ta juntarse con la línea de zagueros y, desde allí hacían frente al ataque rival. De este modo ponían en práctica el «fútbol de contraataque» para el cual los volantes deben poseer condiciones ofen­sivas. Por el contrario, si el equipo prefiere la práctica del «fútbol en bloque» en el que es fundamental el control de la zona media, empezando el mecanis­mo defensivo en el mismo momento en que el rival se ha hecho con la posesión del balón, entonces sí que los volantes deberán poseer grandes condicio­nes destructivas, para evitar el fracaso de la tácti­ca empleada. Así pues, no es en la defensa combinada (defen­sa hombre a hombre en zona) donde el jugador es­tá absorbido por un espíritu destructor, sino en aquel sistema de juego de «cerrojo» donde el mar­caje individual, por todas las zonas del campo, es una constante. A pesar de ello, algunos ejemplos como el caso de Holanda en el Mundial de 1.974 de Alemania también demuestran lo relativo de esta acusación, puesto que es posible practicar un juego de talante ofensivo a partir de una estructu­ración de «cerrojo». Finalmente, la disposición de cuatro zagueros en línea tampoco puede decirse que tenga como fi­nalidad el contrarrestar las acciones de contraata­que, puesto que ante la aproximación del adversa­rio, esta línea rara vez conserva su formación; lo más habitual es que se produzca el desperdiga­miento de algún que otro jugador. Esta última acusación supone una clara contra­dicción respecto a que el sistema 4-2-4 facilita la aparición de jugadores destructivos. En ella se alude a que la creación del 4-2-4 vino obligada por la necesidad que tenía el defensa central a salir de su zona, para cubrir el pasillo que dejaba el medio volante cuando subía al ataque y des­cuidaba el marcaje del interior rival. Ya hemos dicho que una característica de este sistema se basa en el sentido constructivo de sus volantes. Las ventajas que ofrece la línea de 4 zagueros del sistema 4-2-4 con respecto a la línea compues­ta por 3 defensas del «WM» son evidentes. Por sim­ple cálculo numérico, se da uno cuenta de que la disposición de 4 defensores cubre mejor el ancho del terreno, fortaleciendo el centro de la zaga, don­de no se producen esos claros abiertos entre el de­fensa central y los laterales, típicos del sistema «WM». Cuando un ataque se realizaba frontalmente, la zaga de los tres defensores del «WM» funcionaba con sus dos laterales en ayuda del defensa cen­tral, lo que se traducía en unos grandes espacios laterales abiertos. El paso del sistema «WM» al 4-2.4 se hizo de la forma siguiente: La línea de 4 defensores se formó trasladando al jugador n° 2 a un lateral y bajando la posición del n° 5 a la de central derecho. La línea de medio campo se constituyó con el n° 6 como volante izquierdo y el n° 9 como dere­cho, acompañados por los jugadores punteros que subían y bajaban de forma permanente: La línea delantera se armó con dos arietes, el n° 8 y el 10, para poner en práctica la táctica del doble delantero. Cuando los dos jugadores punteros se hallaban retrasados, atraían a sus respectivos marcadores al medio campo y los dos centrodelanteros podían hacer el dos-uno contra el n° 2 adversario.

EL SISTEMA 4-3-3: La mecánica de este sistema se desarrolla a partir de la distribución 4-3-3 de sus jugadores y ba­sándose en el denominado «fútbol en bloque».

 

EL FUNCIONAMIENTO DEFENSIVO: Los laterales n° 3 y 4 someten a una defensa combinada (hombre a hombre en zona) a los juga­dores punteros rivales n° 7 y n° 11. Los marcadores centrales se encargan de la vi­gilancia del n° 9 adversario. Cuando éste se de­canta hacia la derecha, lo toma el n° 6 mientras el n° 2 se queda como defensa libre y viceversa. Aunque este es el funcionamiento genérico, existen numerosas variantes que vienen dadas por el propio funcionamiento del ataque adversario. Así, cuando los atacantes rivales cambian sus posiciones, suele ocurrir que uno de los marcado­res queda libre de marcaje. En el gráfico podemos ver un ejemplo de despla­zamiento del ataque y la consiguiente disposición defensiva. El jugador n° 8 que lleva el balón es marcado por el n° 10. en misión defensiva. El centrodelantero n° 9 se ha desplazado hacia un lateral, siendo vigila­do por el n° 3. El teórico extremo n° 7, en este caso internado en el campo, se ve custodiado por el n° 6, mientras el n° 11 que se encuentra en el centro del área recibe el marcaje del n° 2. Como se puede apreciar, el n° 4 ha quedado libre de marcaje por lo que su misión será la de defensa libre, cubriendo la cobertura extrema y estando atento a cualquier posible infiltración del contrario, ya sea por el lado derecho o por el izquierdo que queda descubierto y por donde es factible una incursión de los jugado­res n° 5 y 3 rivales. No debe confundirse esta defensa con la de ce­rrojo, donde cada zaguero excepto el hombre libre somete a marcaje a un jugador adversario, previamente designado, por todas las zonas del campo. Cuando el equipo torna posesión del balón, la lí­nea de cuatro zagueros abandona sus marcajes, y adelanta sus posiciones para reducir la distancia entre esta línea y la de medios, quienes también inician el ataque. En el dispositivo 4-3-3 y en el caso de que la de­fensa adoptada sea la de cerrojo, la línea defensi­va supedita su existencia a las evoluciones del equipo rival. Es pues una línea más teórica que real, lo que hace más problemático el concretar el «fútbol en bloque». Este tipo de defensa rígida al contrario que ocurría con la defensa combinada, más elástica dificulta la acción de reducir dis­tancias entre la línea de medios y la zaga. Esto queda ilustrado en el ejemplo que vamos a poner a continuación. Los defensas n° 4, 6 y 3 marcan, respectivamen­te, a los atacantes n° 11, 9 y 7. El defensor n° 4 es­tá desplazado de su posición teórica al realizar un marcaje al hombre del jugador que le ha sido designado. En caso de que el equipo en misión de defensa recupere el balón, es difícil que este jugador recorra la distancia que le separa de su teórica de posición (unos 80 m.) para rearmar la línea de 4 zagueros y subir reduciendo distancias entre esta línea y la de medios. Pero en caso de que lo hiciera y su equipo volviera a perder la pose­sión del esférico, sería mucho más difícil que lle­gara a tiempo de marcar a su jugador, tras recorrer otra vez la distancia mencionada. Ante esta situa­ción, se puede argumentar que sería más factible que la recomposición de la línea de defensas se hi­ciera según la posición en que se encuentren dis­tribuidos. Esto es, el n° 6, 3, 2 y 4 por este orden y de izquierda a derecha. Sin embargo, también puede ocurrir que tras perder de nuevo el balón, el jugador, en este caso el n° 4 que es el que se halla fuera de su sitio, no lo­gre saber inmediatamente dónde se encuentra el hombre que debe marcar, con lo que la solución es ya más problemática. En este caso no sabrá si to­mar al delantero más cercano o tratar de localizar primero a su hombre, pero, como cualquier opera­ción debe efectuarse en un breve lapso de tiempo, lo más probable es que reine la confusión, y dos defensas se encuentren sobre un mismo delantero mientras otro queda libre. En definitiva, el «cerrojo» es un sistema con el que se consigue la máxima eficacia del funciona­miento defensivo, siempre que los defensores no se despeguen de sus respectivas marcas. La prin­cipal consigna consiste en no alejarse demasiado del jugador asignado, aunque el equipo esté en po­sesión del balón, para facilitar el contacto inme­diato en caso de que el esférico pase a controlarlo el equipo contrario.

En cierta medida, se puede considerar que se coarta la libertad de creación de los defensas, de­bido a que su misión defensiva es muy absorbente. A pesar de todos los inconvenientes menciona­dos, no se puede descartar que, partiendo de un esquema táctico de cerrojo realizado por defenso­res inteligentes y con gran coordinación, aunque con unos marcajes al hombre más elásticos, pue­de llegar a cristalizarse el «fútbol en bloque».

EL FUNCIONAMIENTO OFENSIVO: El portero, mediante el saque de meta, se consti­tuye en el primer enlace ofensivo. En ese momento los laterales (n° 3 y 4) se abren hacia las líneas de banda, próximos a la de fondo, para atraerse a los dos extremos adversarios (n° 7 y 11) y provocar unos claros que serán explotados por los volantes o los atacantes. Si los extremos ri­vales no presionan, se podrá iniciar el avance con comodidad. Otra combinación posible resulta del desplaza7 miento del n° 10 hacia la línea lateral para arras­trar consigo a su marcador y crear un hueco que ocupará el n° 9 desde el que podrá recibir el envío del portero. Una vez se ha iniciado la acción ofensiva, la línea de defensas sube hacia el medio campo para respaldar a la línea de volantes. Cuando el equipo contrario efectúa defensa al hombre sobre los ata­cantes y los volantes, la habilitación de los latera­les en la zona de ataque provoca una superioridad numérica que desequilibra el marcaje adversario. Así pues, la línea de defensas reduce las distan­cias al compás del ataque, mientras los laterales suben al medio campo para desahogar a volantes y jugadores punteros. La línea de centrocampistas es la que determina el ritmo del avance ya sea reteniendo el balón, a la espera de posibles desmarques, o acelerando el tránsito de medio campo. Al mismo tiempo, se pro­yectan hacia el ataque pleno, aprovechando los espacios vacíos creados por los atacantes o lle­gando en combinaciones trenzadas con el balón. Por su parte, la línea de delanteros efectúa rota­ciones para que algún compañero de otra línea (vo­lantes o laterales preferentemente), pueda perfo­rar la línea defensiva adversaria. Sobre el funcionamiento ofensivo del sistema 4-3-3 y más concretamente de la línea de delante­ros, hay quien propugna una posición excesiva­mente abierta de los dos extremos. No obstante, ello perjudica al delantero centro (n° 9) que, aisla­do, debe luchar en inferioridad numérica contra los dos centrales adversarios, a la vez que facilita la labor de contención de los laterales rivales so­bre los dos extremos, a quienes halla siempre en la misma franja del campo. El desbordamiento por las puntas del ataque no es una acción que deba recaer exclusivamente so­bre los delanteros, puesto que una vez anulados éstos las posibilidades de continuar el ataque son escasas. Por ello, los volantes e incluso los defen­sas pueden ejecutar en igual medida esta acción. Cuando un jugador puntero se encuentra que su marcador de punta le somete a escasa oposición, doblegándole una vez sí y otra también, debe apro­vechar la oportunidad y en este caso sí deberá per­manecer todo el partido jugando bien abierto. La rotación, o cambios de posiciones de los de­lanteros, les proporciona cierta libertad de acción en todos los sectores del campo. No obstan­te, esta rotación debe iniciarse en el momento que se profundiza el ataque, puesto que de realizarlo prematuramente predispone a los defensas a una determinada acción, ocasionando que los propios atacantes creen un auto cerrojo. En el sistema 4-3-3, cuyo principio fundamental es el desarrollo del «fútbol en bloque», son muy im­portantes los relevos. Cuando al poner en práctica este principio los zagueros y los volantes suben al ataque, en la zona de defensa y en la línea media se producen unos huecos por los que puede pene­trar el ataque rival, en caso de un cambio sorpresa en la posesión del balón, que puede llegar a desar­mar el dispositivo defensivo. Para que esto no lle­gue a ocurrir, los jugadores que ocupan otras posi­ciones estarán atentos a reemplazar, de modo transitorio, a los que han abandonado las suyas. Estos relevos podrán ser realizados por los volan­tes, los atacantes, e incluso por los propios defen­sas.

EL FUTBOL DE CONTRAATAQUE: El escalonamiento táctico del 4-3-3 permite la aplicación del «fútbol de contraataque». Este tipo de funcionamiento consiste en ceder campo y balón al equipo adversario, permitiéndole progresar con relativa facilidad hasta los alrededo­res del área de penalty, momento en que se detie­ne el retroceso para ofrecer una defensa masiva a la ofensiva rival. De este modo, la facilidad se transforma en dificultad puesto que los atacantes deben moverse en pequeños espacios de terreno muy poblados. Ante esta situación es factible conseguir la po­sesión del balón, robándoselo al adversario y ex­plotando un contraataque veloz, llevado a cabo por los volantes que se hallan en buena disposición de recibir el balón al no tener que perseguir a un ju­gador determinado en la acción defensiva y liga­do con atacantes rápidos y hábiles. Además, la ac­ción de contraataque se verá beneficiada al dispo­ner de espacios grandes donde jugar y ante defen­sores malparados y en inferioridad numérica.

 

EL SISTEMA 4.4-2: Este esquema táctico se consigue retrasando la posición que ocupaba el delantero centro n° 9 en el sistema 4-3-3 hasta la zona del medio campo, desde la que realiza una función tanto de marcaje como de arranque ofensivo. Es decir, su misión es la de un volante y la de un atacante neto, por lo que sus características físicas y técni­cas deben ser las apropiadas para desarrollar esta doble tarea. Como se observa en el gráfico, al bajar el n° 9 a la zona del medio juego en misión de marcaje al n° 5 rival, uno de los dos zagueros centrales (El n° 6 o el n° 2, según quien esté jugando de hombre libre en ese momento), así como el volante más defensi­vo (en este caso el n° 5), se hallan libres de marcaje. En contrapartida, dos defensores del equipo adver­sario se hallan en igualdad de condiciones puesto que los atacantes son únicamente dos (n° 7 y n° 11). El tipo de defensa que se lleva a cabo es la com­binada (hombre a hombre en zona), tanto en la zo­na de defensa como en el medio campo, mientras los dos delanteros ceden terreno para la salida desde el fondo del equipo rival.

FUNCIONAMIENTO DEFENSIVO: El gráfico ilustra el inicio del funcionamiento de­fensivo que lleva a cabo un equipo, en dispositivo 4-4-2, que se enfrenta a un 4-3-3. Supongamos que el n° 11 tira a puerta y el porte­ro se hace con el balón. En este momento, el juga­dor n° 9 que estaba abierto en misión netamente ofensiva, retrocede para marcar al n° 5 adversario. El arquero pasa el balón sobre el n° 3 que se halla libre de marcaje y empieza la proyección ofensiva. Al llegar a la altura del medio campo le sale al cru­ce el n° 5 (o en su caso el n° 8, siendo relevado en su marcaje al n° 10 por el n° 5). El lateral n° 3 se encuentra que no puede pasar a ningún compañe­ro pues el replegamiento defensivo ha funcionado a la perfección. Tal como se observa en el dibujo, el único juga­dor que se halla libre de marcaje es el n° 4, que se encuentra en el lado opuesto de donde está el ba­lón y al que resulta difícil pasar puesto que al estar cerrado por el n° 5, el n° 3 no tiene tiempo ni espa­cio suficiente para intentar un cambio de frente. La única solución que tiene el jugador que po­see el balón es: conducirlo hacia atrás y devolvérse­lo con un pase largo al portero; intentar la jugada individual; o pasar a un compañero esperando que logre superar el marcaje a que se ve sometido. Son pues, tres acciones que se caracterizan en princi­pio por ser poco efectivas. Este sistema de marcaje provoca una serie de dificultades al equipo adversario, pues le obliga a jugar el balón hacia atrás, donde cualquier fallo en la entrega motivado por el nerviosismo de estos momentos puede ser aprovechado por el equipo en disposición de 4-4-2 con excelentes posibilida­des de éxito. La disposición de la línea de zagueros en el sis­tema 4-4-2 ante la ofensiva rival deberá ser escalona­da. Como se muestra en el dibujo, si el ataque viene decantado a uno de los lados, los defensas se colocarán en profundidad de manera que, aunque uno o dos defensas queden desborda­dos, el siguiente jugador estará preparado para su­plantarlos en el cruce y en el marcaje Ya hemos dicho que el funcionamiento defensi­vo de este sistema depende, en gran parte, de la buena ejecución de los relevos y de su oportuni­dad. Para ello es necesario que exista gran coordi­nación en los movimientos defensivos de los juga­dores, lo que implica a su vez un grado elevado de conocimiento mutuo. Existen dos tipos de relevos: el relevo por elimi­nación y el relevo por eliminación total. Relevo por eliminación: Cuando el atacante ha conseguido sobrepasar a un determinado zaguero, el siguiente defensor en el escalonamiento lo suplanta en la vigilancia del delantero en cuestión mientras que el defensa que ha salido desbordado ocupa la posición de su com­pañero y se encarga del marcaje que éste tenía en­comendado. No se trata pues, de una eliminación total del za­guero, ya que mediante el relevo se ha normaliza­do el equilibrio defensivo. Relevo por eliminación total: En este caso, el relevo se hace cuando el defen­sor ha sido sobrepasado por completo y su rein­corporación al funcionamiento defensivo es ya im­posible. La línea de zagueros, tras la eliminación de uno de sus componentes, tiene que afrontar el ata­que rival con un jugador de menos Tal como vemos en el dibujo, el atacante 7 supera al n° 3 y trata de penetrar en diagonal hacia el interior del área. El defensa (n° 3) no debe inten­tar perseguir al jugador que le ha rebasado, sino que retrocede en línea recta hacia la línea de za­gueros para llegar a tiempo de ser de alguna utili­dad en la defensa de su marco. El relevo no se produce inmediatamente, sino que como se observa en el gráfico, toda la línea de zagueros debe retroceder hasta el borde del área de penalty y desde allí, una vez reorganizados, se hace frente .al ataque adversario. El n° 6 tapa en­tonces el camino al atacante n° 7 que lleva el ba­lón, del mismo modo que lo hacen el n° 2 sobre el n° 9 y el n° 4 sobre el n° 11. Por su parte, el n° 5 si­gue controlando la posible entrada del jugador n° 10. Vernos, que, aunque la línea de zagueros cuenta con un defensa menos no se halla en inferioridad numérica respecto al ataque, puesto que existe el defensa libre. Si el relevo se hace de forma inmediata, lo que implica que el n° 6 corra en dirección al atacante con balón, lo más probable es que le cojan en un dos-uno entre el jugador n° 7 y el n° 9, y su relevo no haya servido para nada, excepto para que la lí­nea defensiva se vea reducida en otro jugador y los que restan tengan más dificultades en controlar el ataque adversario.

TACTICA Y ESTRATEGIA DE LOS SAQUES

EL SAQUE INICIAL: Estrategia ofensiva: El saque inicial o de centro que se realiza al co­mienzo del partido, tras el descanso y cada vez que se consigue un gol, es el origen de una ac­ción ofensiva. Existen muchas formas de hacer efectivo este saque, por lo que es necesario tener ensayados al­gunos movimientos para, según sea la disposición del equipo contrario, efectuar el más conveniente a nuestros intereses. Un buen pase inicial puede ser el pase a un ex­tremo. El saque lo hace el n°,9 que pasa a su interior iz­quierdo para que avance unos metros con el ba­lón. Mientras, los extremos inician una veloz ca­rrera y en el momento oportuno el interior hace el pase a uno de ellos, preferentemente al que se halla más distante del balón, ya que teóricamente está menos vigilado. Otra forma es la de hacer entrar en juego a un volante. El medio se coloca en línea con su delantera, entre el extremo y el interior. Una vez ha recibido el pase avanza hacia la portería y puede pasar o bien al delantero centro, al interior o al extremo del lado opuesto o incluso al extremo más cer­cano. La figura siguiente ilustra el saque en el que in­terviene el defensa central. El balón lo recibe en primera instancia un inte­rior que lo retrasa al defensa central para que sea éste quien se coloque en una posición ade­cuada; mientras, el delantero centro y los dos in­teriores avanzan en línea recta hacia el área ri­val. Mediante un lanzamiento preciso el defensa central podrá pasar a la tripleta atacante que, en situación de superioridad numérica podrá reci­bir el balón con grandes posibilidades de éxito. Si el funcionamiento defensivo rival reacciona ante esta acción, el defensa central puede pasar a cualquiera de los dos extremos que han man­tenido una posición adelantada. Este último saque consiste en una acción lleva­da a cabo por el delantero centro y los interiores. Estos tres jugadores avanzan, mediante pases cortos de uno a otro, tratando de descongestio­nar el bloque defensivo. Los extremos corren ha­cia adelante para recibir un pase de alguno de sus compañeros, previniendo un posible cierre de líneas defensivas del contrario que haga ne­cesario abrir el juego. Para realizar este tipo de saque los hombres que intervienen deben poseer gran dominio del balón, rapidez de reflejos, velocidad y desmarque. Además de estas 4 modalidades de saque ini­cial y según las características de los jugadores, se podrán adoptar otras o variar las anteriores. Estrategia defensiva: Respecto a la estrategia defensiva a adoptar an­te el saque inicial, como norma general y sin nece­sidad de especificar los movimientos, los jugado­res deben situarse de modo que pueden entrar en contacto con sus respectivos adversarios de ma­nera inmediata. De este modo, podrán seguirles allí a donde quiera que vayan evitando que se colo­quen en una posición privilegiada o en superiori­dad numérica.

 

LOS SAQUES LIBRES: Estrategia ofensiva: Cuando el saque libre se produce cerca de la propia área, puede pasarse directamente al porte­ro por estar éste en mejores condiciones de reali­zar el servicio. Por contra, cuando el golpe franco se realiza desde el medio campo o en la mitad con­traria, el saque deberá hacerse rápido para no dar tiempo a una reorganización de las líneas adversa­rias y dirigido al compañero mejor situado. Cuando el saque de la falta se efectúa en una posición cercana al área rival, lo que se debe saber en primer lugar será si es directo o indirecto. En caso de que sea indirecto, se colocarán dos o tres jugadores junto al balón para que previo pase puedan rematarlo a puerta salvando el obstáculo de la barrera. Si el golpe franco es directo se colocarán uno o más jugadores para tratar de desorientar al portero contrario sobre quien hará efectivo el lanzamiento. El resto de compañeros, independientemente de si el saque es directo o indirecto, no permanecen quietos, sino que buscan la posición idónea para poder recibir un pase. Estrategia defensiva: Como en cualquier acción defensiva, en los sa­ques libres es esencial un marcaje rápido a los de­lanteros contrarios para impedir que en cualquier momento o lugar se dispongan en ventaja numéri­ca. Cuando el golpe franco se deba ejecutar cerca de la propia meta e independientemente de que sea directo o indirecto, es indispensable la forma­ción de la barrera, cuyos pormenores (formación, colocación, etc.) ya han quedado explicados en un capítulo anterior.

EL PENALTY: Estrategia ofensiva: A pesar de que no se puede establecer una nor­ma fija sobre la mejor manera de ejecutar un pe­nalty, teóricamente y por razones de tiempo y velo­cidad, el tiro fuerte .es más efectivo que cualquier otro. No obstante, lo esencial es que el encargado de efectuarlo sea un hombre frío, con dominio de sus nervios y que goce de buena pegada y toque de ba­lón. El resto de los jugadores estarán dispuestos a entrar en el área para rematar el cuero en caso de que el penalty no haya sido transformado. Estrategia defensiva: El penalty, como falta de máximo castigo, es una jugada con pocas posibilidades defensivas por lo que lo único que cabe esperar es o bien un fallo en el lanzamiento o bien que el portero adivi­ne su trayectoria y consiga detener o desviar el en­vío. El portero se coloca en medio de la portería y trata de adivinar la intención del lanzador, aten­diendo principalmente a la forma de meter el pie. Los otros componentes del equipo están fuera del área atentos al posible rechace y prestos a en­trar en acción si fuera necesario. Dos jugadores pueden colocarse en los latera­les del área para acudir a un posible rechace de costado del portero o de los postes.

LOS SAQUES DE ESQUINA: Estrategia ofensiva: El jugador que lanza el «comer» o saque de es­quina puede hacerlo en corto sobre un compañero o bien largo sobre la portería adversaria con tra­yectoria cerrada y a distinta altura. El lanzamiento más efectivo suele ser aquel que se hace sobre la meta contraria a una altura ade­cuada para ser rematado de cabeza y que sin ser demasiado abierto no permite la intervención del portero. Los atacantes se sitúan en el borde o interior del área de penalty, procurando no permanecer estáti­cos para eludir los marcajes, mientras los jugado­res con pocas posibilidades de disputar el balón se sitúan más abiertos, de forma que puedan reco­ger un posible despeje de la defensa rival. No es necesario que el saque de esquina lo rea­lice el extremo, sino el jugador o jugadores que mejor lo hagan, escogiendo al de menos talla para que los más altos puedan ir al remate. Estrategia defensiva: Para defender un saque de esquina se sitúan como mínimo ocho hombres en el interior o próximos al área de penalty. El portero se sitúa junto al pos­te contrario del lugar donde se lanza el «comer», puesto que desde ahí goza de mayor visión y siem­pre es mejor y más fácil avanzar que retroceder. En el otro poste más cercano al lanzamiento se colo­ca un jugador para intentar interceptar el balón en caso de que el saque de esquina quede corto. Los demás jugadores, el defensa central y los medios volantes vigilan al delantero centro y a los interio­res contrarios, mientras que los interiores marcan a los medios fuera del área, evitando que se hagan con un rechace o penetren libremente hacia el área. Por su parte, los dos extremos y el delantero centro se disponen en triángulo en una posición más adelantada, entre la propia área y el centro del campo. En términos generales, podemos decir que aun­que la posición de los defensas depende del juego posicional de los atacantes, éstos estarán someti­dos a un estrecho marcaje de hombre a hombre. Este emparejamiento se hará según las caracterís­ticas y las condiciones físico-técnicas de los ad­versarios y de los propios defensas. El portero, siempre que sea necesario, saldrá a interceptar el esférico teniendo en cuenta que al salir del área de meta puede ser cargado como cualquier otro jugador; por este motivo los defen­sas, en caso de salida del guardameta, tratarán de protegerlo de posibles cargas y cubrirán la línea de puerta. Los despejes, tanto del portero como de los de­fensores, deben hacerse con decisión y con el ob­jetivo principal de alejar el balón del área, por lo que es preferible hacerlos hacia los costados del campo para evitar que los medios adversarios pue­dan recoger o rematar el balón. Una vez se ha efec­tuado el lanzamiento y se ha producido un despeje los defensores tratarán de adelantarse para de­jar en «orsay» a los delanteros rivales.

LOS SAQUES DE BANDA: Estrategia ofensiva: El saque de banda, cuyos requisitos se especifi­can en el apartado «Reglamento simplificado del juego», no es más que un pase hecho con las ma­nos. El saque de banda lo suele ejecutar el jugador que se halla más próximo y lo hace con rapidez, pa­ra no dar tiempo al rival a organizar su sistema de­fensivo, y sobre el compañero desmarcado ya sea mediante un pase corto o largo. En la primera acción del saque de banda no exis­te fuera de juego por lo que los jugadores pueden colocarse en cualquier lugar del campo. Existen numerosas combinaciones posibles en los saques de banda según cuales sean las cir­cunstancias del juego y los intereses del equipo. No obstante, en todas ellas son importantes las permutaciones y los movimientos realizados con el fin de abrir huecos y eludir los marcajes. Estrategia defensiva: Como en cualquier acción defensiva, en el saque de banda es importante realizar un perfecto marcaje al hombre sin dejarse engañar por las fin­tas de los atacantes. En los saques de banda alejados del área es conveniente que un hombre de la línea defensiva (por lo general el lateral de ese lado) quede libre de marcaje al hombre para poder realizar la cobertura de esa zona acudiendo en ayuda del compañero que la precise. Por contra, cuando el saque es próximo al área, los marcajes serán más estrechos y se vigila­rá también al jugador que ejecuta el saque en las mismas condiciones que a los demás.

LOS SAQUES DE PUERTA: Estrategia ofensiva: El saque de puerta es una acción ofensiva que suele hacerla el portero (aunque puede hacerla cualquier jugador del equipo) quien envía el balón a un compañero desmarcado o lo lanza sin destino fijo hacia adelante para que allí se lo disputen los jugadores de ambos bandos. Aunque es preferible que el pase tenga un desti­natario prefijado que esté en disposición favorable para recibir el balón, no se puede decir que el se­gundo tipo de saque sea malo. En ocasiones, so­bre todo cuando los delanteros van bien en el jue­go de cabeza y tienen gran sentido de la anticipa­ción, un pase largo a disputar con los defensas puede resultar efectivo y más rápido que el ante­rior, puesto que en escasos segundos el balón pa­sa de la zona defensiva a la de ataque. Existen muchas combinaciones posibles en un saque de meta, pero sea cual sea la forma en que se haga, la línea de defensa se dispone en triángu­lo con los laterales en los lados del área de pe­nalty. Por su parte, el resto de compañeros procu­ran desmarcarse y buscar la posición idónea para recibir un pase. Estrategia defensiva: Cuando el saque lo realiza el equipo contrario, la estrategia defensiva pasa por un marcaje perfecto sobre todos los jugadores que estén en condicio­nes de recibir el balón. Después de una acción ofensiva que ha finaliza­do con un lanzamiento fuera del marco, los jugado­res deben retroceder dando la cara al juego, de es­paldas a su propia portería hasta llegar al lugar donde deben marcar a sus respectivos contrarios antes de que se ejecute el saque de puerta. El de­lantero centro y los extremos tienen la misión prin­cipal de evitar que se produzcan combinaciones entre los componentes de la línea defensiva rival.

 

EL DESMARQUE: Es el procedimiento a oponer al marcaje del ad­versario cuando, mediante ciertos movimientos, se quiere eludir la vigilancia a que el jugador se ve sometido. El juego de desmarque es una acción más pro­pia de los delanteros, aunque todos los jugadores deben saber realizarla y dominarla. Los defensores, por ejemplo, sin descuidar el marcaje de sus co­rrespondientes rivales, intentarán buscar posicio­nes desde las que puedan apoyar la acción ofensi­va de sus compañeros. La mejor manera de conseguir el desmarque es mediante el driblin y el pase; y puede hacerse ha­cia adelante, atrás o lateralmente, según las pro­pias conveniencias o las circunstancias del juego. Para realizar la táctica del desmarque es nece­sario poseer velocidad, rápida arrancada, resisten­cia, sentido de la anticipación, dominio del pase, inteligencia y gran sentido de las permutaciones, relevos y evoluciones. El tipo de desmarque más positivo es el progre­sivo, es decir hacia la portería rival, puesto que me­diante él se consigue dotar de mayor velocidad al juego y las posiciones que se alcanzan son más ventajosas para superar el esquema defensivo ad­versario. Si este desmarque progresivo se hace en profundidad se debe procurar no infringir la ley del fuera de juego, observando la situación de la últi­ma línea defensiva rival. Si lo que se quiere es crear espacios libres y descongestionar la zona por donde avanza el compañero con el balón, se utilizan los desmarques laterales y hacia atrás.

LA ROTACION: La rotación de los delanteros y sus cambios de posición son otras actividades clave para el buen funcionamiento ofensivo de cualquier sistema. El principal objetivo de la permuta de posiciones es el de desarticular el bloque ofensivo adversario, creando huecos y abriendo brechas por las que pe­netrar en la zona de peligro contraria. La rotación debe hacerse de una forma organi­zada, basándose en dos conceptos básicos: se realizará sobre la misma marcha de la jugada y se mantendrá cubierto el frente de ataque a lo ancho del campo. Si la rotación se hace sin ton ni son, la acción ofensiva se desarrollará en la más comple­ta anarquía.

LOS CLAROS: Los claros pueden ser autofabricados, cuando se aprovecha de ellos el mismo jugador que los ha creado, o simplemente fabricados, cuando los aprovechan otros jugadores distintos En el gráfico podemos observar cómo se autofa­brica un claro. El posible receptor del balón atrae a su marcador a una posición falsa, para luego ex­plotarla de forma sorpresiva. En la fabricación de claros, uno o más jugadores atacantes arrastran a zonas muertas a sus respec­tivos marcadores para que uno o más compañeros se aprovechen del terreno libre que queda abierto con este desplazamiento.

LA PARED: Es una acción ofensiva que realizan dos jugado­res (pueden intervenir Más jugadores haciendo la pared cada vez más complicada) y que consiste en enviar el balón a un compañero con la intención de que éste devuelva el pase, sirviéndose de él como de punto de apoyo, como de una verdadera «pa­red» de rebote.

La pared más simple es la que se muestra en el gráfico. La «pared», también llamada el «un-dos», el «pa­sa y sigue» y, en América del Sur «tabella», puede hacerse con cualquier parte del pie (interior, exte­rior, puntera o tacón) así como con la cabeza o in­cluso con el pecho. Las características principales que debe poseer esta acción ofensiva para que sea eficaz son: la precisión en los pases (el de transmisión y el de devolución), el carácter repentino de la acción y la velocidad de ejecución. El jugador que pasa el balón por primera vez, de­be hacerlo con precisión a los pies del compañero, para que éste no deba desplazarse en su busca, y con rapidez para no dar tiempo al defensa a inter­ceptarlo. El jugador que devuelve el pase deberá poseer gran destreza y buen dominio del balón puesto que su acción consistirá en golpear, frenar y desviar la orientación del balón en función de la distancia del adversario y de la de su compañero. La acción de este jugador es esencial porque acostumbra a ser decisiva para preparar la posi­ción de tiro del compañero y, en definitiva, la oca­sión de marcar. A pesar de que la utilización de «la pared» es in­discutible y su eficacia determinante, no es tam­poco la panacea. La zona más adecuada para lle­var a cabo el «un-dos» es dentro de los 30 m. más próximos a la portería rival. La eficacia de esta acción, se basa en la varie­dad y en su carácter imprevisto, por lo que no debe utilizarse de manera sistemática o automática, pues los defensores se reorganizarán rápidamente interviniendo de manera individual o colectiva pa­ra desbaratar la acción.

EL CRUCE: El cruce es una de las combinaciones tácticas más interesantes, consistente en carreras diago­nales de hombres con y sin balón. En el gráfico se muestra un ejemplo de cruce, de los muchos que se pueden dar en un partido de fút­bol. Así, por ejemplo, cuando un contrario sigue de cerca al jugador que está en posesión del balón y éste lo pasa a un compañero, la atención del de­fensa se centra inmediatamente en el receptor. En este caso, el jugador que ha realizado el pase pue­de tomar una posición favorable para recibir de nuevo el balón. Otros ejemplos de «cruces» son los que se muestran en las figuras siguientes: En el primer gráfico los atacantes A (poseedor del balón) y B están marcados estrechamente por sus respectivos defensores. El atacante A se desplaza hacia su compañero, mientras el B se aproxima en sentido contrario. Llega un momento en que ambos se cruzan y si­guen su carrera en sentido opuesto. Si el jugador que no lleva el balón consigue desmarcarse, el atacante A le podrá pasar rápidamente el balón con el tacón. Las variantes de esta combinación son muchas, pues el jugador con balón puede continuar su des­plazamiento hacia adelante con el esférico; puede amagar el pase con el tacón y no hacerlo; puede darse la vuelta y hacerle un pase en profundidad, etc. En el segundo gráfico se muestra una combinación de cruce que no se realiza en línea recta, sino bajo un ángulo determinado. El jugador con balón se desplaza hacia adelante y en un punto determinado un compañero suyo pa­sa por delante, haciéndose con la posesión de la pelota. En el tercer gráfico el jugador con ba­lón que se está adentrando en el área de penalty adversaria está marcado por un defensa. En un momento dado un compañero suyo inicia el cruce por detrás del defensor y una vez desmar­cado recibe el pase del jugador con balón. En las acciones de «cruce» es muy importante que a nivel individual los jugadores dominen bien los pases «disimulados», los cambios inesperados de ritmo y dirección y tengan un elevado poder de decisión y de intuición. A nivel colectivo y como en cualquier acción por parejas, debe existir una gran coordinación y compenetración entre ellos, para saber cuál de los dos el que conduce el balón o el otro, es el que debe llevar la iniciativa en el de­sarrollo de la combinación y, por tanto, el que to­ma la decisión definitiva. La efectividad de los «cruces» va en aumento a medida que los jugadores se aproximan al marco contrario.

LA CORTINA: La cortina es una acción táctica no muy frecuen­te, que consiste en adaptar con los pies una juga­da típica del basketball El jugador con balón avanza al encuentro de su defensa mientras un compañero del atacante se aproxima lateralmente, arrastrando con él a su de­fensor, y pasa por delante del defensa de su com­pañero para recibir un pase en corto. Sin embargo, el jugador con balón amaga el toque y aprovechan­do la colisión de los respectivos defensores, se cuela en diagonal por el claro dejado por éstos.

LOS CENTROS

 

EL CENTRO «A LA OLLA»: Es el centro que se realiza sin sorpresa, en una acción anunciada, elevando el balón desde apre­ciable distancia. El centro va dirigido a un punto en el que se encuentran defensas y atacantes. Los defensas aguardan de frente el envío, ajustando sus respectivos marcajes. Por su parte, los delan­teros deben superar la falta de sorpresa del centro, el contacto con el adversario en el salto, el espa­cio reducido para sus movimientos y, a menudo, la salida del portero para despejar el balón con sus puños. Se trata de un centro con pocas probabilidades de éxito si no se cuenta con jugadores altos, po­tentes y con gran juego de cabeza. EL CENTRO PASADO: Suele hacerse cuando se profundiza por uno de los laterales del campo, lo que provoca normal­mente una oscilación del bloque defensivo hacia el lado donde se halla el balón. En la zona opuesta, hacia donde irá dirigido el centro, los jugadores gozan de mayor libertad de movimiento. EL CENTRO AL PRIMER POSTE: Como su mismo nombre indica, se trata de un centro alto o bajo que va dirigido al palo más próximo. En este punto, el atacante puede rematar directamente al marco con el pie o con la cabeza, en diagonal o en línea recta, entrando en carrera o en posición quieta, puede peinar la pelota atrás o hacer el amago de desviar su trayectoria para que pueda ser rematado por algún compañero situado en posición más retrasada. CENTRO HACIA ATRÁS: Es un centro más eficaz, sobre todo cuando los defensores tratan de regresar precipitadamente de cara a su marco, puesto que el envío se hace en di­rección contraria a la carrera de éstos. Los defensas, que miran a su propia meta, pier­den de vista a sus marcajes con lo que quedan en desventaja e imposibilitados de volverse para in­terceptar el balón. Por su parte, los delanteros go­zan de mayor libertad de cara al marco para inten­tar el remate de ese centro con el pie o con la cabe­za, que puede ser con trayectoria rasante, a media altura o alto. EL CENTRO COLOCADO: Es un centro que, aunque aparentemente parece ir destinado «a la olla» o a la aglomeración de juga­dores, va dirigido a un único destinatario para sor­prender al bloque defensivo. El jugador con balón, en un lateral del campo, parece que va a efectuar un centro alto y largo. El jugador n° 2, viéndose libre de marcaje, sube al ataque para recibir el centro-pase del compañero y tras controlar el balón con el pecho, puede rematar de volea el marco. CENTRO FUERTE EN CARRERA: Se trata de un centro en movimiento, realizado tras desbordar el marcaje contrario, imprimiendo potencia al balón para que pueda ser rematado por los atacantes, o para que los propios defensas, al intentar despejarlo, lo introduzcan dentro de su marco.