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Y SANTA FE OTRA VEZ CAMPEÓN

Santa Fe carga, bien guardada, un arma que suele ser infalible. La saca cuando ya no encuentra otra forma. Este domingo le tocó contra el Medellín. Omar Pérez desenfundó su tiro libre como lo ha hecho cientos de veces, esta vez para romper el 0-0. El arma, ensayada, repetida y comprobada, es tan eficaz que si el balón no encuentra compañero, busca a un rival que le ayude: así fue, la pelota le pegó en el antebrazo al desconcertado Andrés Mosquera y se desvió al arco. Santa Fe, con ese gol de siempre, con su arma letal, volvió a ser campeón, esta vez ganó la Superliga

El partido, en su trámite, fue lo más acorde a un inicio de temporada. Seguro los hinchas iban preparados para el bostezo,aunque quizá estaban esperanzados. En la cancha vieron, de lado y lado, a esos cuerpos tiesos; vieron la imprecisión en los pases, las faltas constantes, la protesta vehemente, los refuerzos adaptándose lentamente, los antiguos recuperando la memoria, lentamente. Ya habían jugado el partido de ida y quedaron 0-0. Así que este juego fue solo una continuación, una versión desmejorada que solo salvó un autogol.

Santa Fe es el mismo Santa Fe que ganó la novena estrella, solo que ahora tiene en ataque a Stracqualursi, a quien toca –como resulta normal cuando se tiene a un poste de 1,93 metros de estatura– tirarle la pelota arriba. Jugaron a eso, a lanzar centros. Uno de ellos lo conectó el argentino de cabeza; la pelota golpeó a un rival y el arquero González evitó, exigido, su caída.

Sin embargo, Santa Fe no encontró rival. Medellín fue un equipo fantasmal, y sus tres que más saben, Marrugo, Quintero y Hechalar, fueron sombras deambulantes en El Campín. Entonces el DIM careció de todo lo que ellos, se supone, aportan. No tuvo ideas, no tuvo profundidad, no tuvo la pelota, y ni siquiera tuvo ambición. Era como si quisiera esperar a los penaltis. Era un riesgo y al final lo pagó muy caro.

Santa Fe no es que haya sido muy superior, pero al menos tuvo más decisión. Mantuvo su estrategia: pelota a los costados y centro al área buscando a Stracqualursi, quien en una de esas, mirándolos a todos desde arriba –siempre ganó en el juego aéreo–, bajó la pelota con el pecho para Roa, quien casi anota. El equipo se entusiasmó, pero faltaba el gol.

El ritual de Pérez

El DT Costas estaba decidido, hizo cambios ofensivos: metió al ‘trencito’ Valencia, a Perlaza, arriesgó, aprovechó que su rival no intimidaba. En últimas, como último recurso, envió a la cancha a Omar Pérez, quien debió salir del banco de suplentes con el arma lista, por si tocaba.

Entonces llegó la falta del minuto 80. Solo quedaban 10, como para hacerlo más dramático, más emocionante. Los santafereños se levantaron solo para verlo a él, como presintiendo que llegaría el gol. Y lo vieron, como tantas veces, tomar el impulso, frenar, amagar, volver a correr y patear esa pelota que viajó buscando quien la pusiera a descansar en el arco.

Un gol, a esas alturas, era un título, y así fue. Entonces a Omar solo le faltó soplar su guayo derecho y enfundar de nuevo su arma para futuras hazañas. Esta vez el ritual no le falló y Santa Fe otra vez es campeón.