Un cuarto de siglo después de la caída del muro de Berlín, Estados Unidos y Cuba dieron el primer paso para normalizar sus relaciones y poner fin a una de las últimas anomalías de la política exterior norteamericana: un sistema de sanciones en pie desde 1961 que resultó inútil para su propósito, el fin del régimen de los hermanos Castro. Restablecer las relaciones diplomáticas, rotas hace 53 años, y para abrir una embajada en La Habana. Obama ha ordenado revisar la presencia de Cuba en la lista de patrocinadores del terrorismo. Washington facilitará los viajes y el comercio. El deshielo llega horas después de conocerse el canje de dos presos de EE UU en Cuba por tres cubanos en EE UU. El acuerdo, tras una conversación de Obama con Raúl Castro, es resultado de más de un año de negociaciones, en las que el Papa ha tenido un papel central. “A fin de cuentas, estos 50 años han demostrado que el aislamiento no ha funcionado. Ha llegado la hora de un nuevo enfoque”, aseguró en una declaración solemne el presidente de los Estados Unidos. La tensión ha marcado las relaciones con Cuba de todos los presidentes estadounidenses desde Dwight D. Eisenhower, que abandonó la Casa Blanca en 1961. En este tiempo, el exilio cubano transformó el sur de Florida. La presión para evitar cualquier concesión a los Castro, afiliados durante la Guerra Fría a la URSS. Las medidas anunciadas por Obama, al mismo tiempo que Raúl Castro se dirigía a los cubanos por televisión, rompen con la política de EE UU y topan con una fuerte resistencia en el Congreso, reacio hasta ahora a cualquier signo de distensión si a cambio Cuba no se democratiza. Obama no puede levantar por su cuenta el embargo, un complejo entramado normativo. Suprimir buena parte de las sanciones económicas requiere de la aprobación del Congreso. Pero sí dispone de margen para relajar la tensión, y esta es la vía que emprende con el presidente Castro. Los revolucionarios entraron en La Habana en 1959— culminó el martes los meses de negociaciones secretas entre emisarios de la Casa Blanca y del Gobierno de la isla. Ambos hablaron cerca de una hora. Cuba libera a Alan Gross, un contratista norteamericano preso en La Habana desde 2009, y a un misterioso espía de nacionalidad cubana, que trabajaba para EE UU y llevaba casi veinte años preso. A cambio, Washington liberó a tres espías cubanos que llevaban más de una década detenidos en suelo norteamericano. La Casa Blanca mantuvo durante años que la detención de Gross era el obstáculo decisivo para cualquier acercamiento. En la Casa Blanca, suavizó las condiciones para que los cubanoamericanos viajasen a la isla y enviasen remesas. En paralelo, Castro adoptó algunas medidas para liberalizar la economía nacional. Las nuevas generaciones de ciudadanos de origen cubano se alejan de las posiciones más duras contra el castrismo. Un sondeo reciente indicaba que el 52% de la comunidad cubana en Miami se oponía a mantener el embargo. Figuras eminentes de la comunidad, como el magnate azucarero Alfy Fanjul, también se han pronunciado a favor de un cambio de política. Y el big business—el mundo de la gran empresa norteamericana— no quiere perder oportunidades de negocios en una futura Cuba abierta al capitalismo.
El argumento de Obama para defender la normalización no es que EE UU deba abandonar la bandera de los derechos humanos y la democracia en la isla, sino que la mejor manera de promoverlos es abriéndose a ella. De ahí qu

de los años sesenta, esta puede ser la mejor manera de que circulen las ideas que acaben precipitando el cambio. Para la Administración de Obama, abrirse a Cuba es una cuestión de interés nacional. La Casa Blanca admite que la tensión lastraba las relaciones con el resto de América Latina. Obama tiene previsto acudir en abril con Castro a la cumbre de las Américas en Panamá. El senador republicano por Florida Marco Rubio dijo que el acuerdo incluye la normalización de relaciones bancarias y comerciales con Cuba. Además, se prevé una reducción de las limitaciones al turismo, mejoras en las comunicaciones y la simplificación de las importaciones. Estos pasos forman parte de un acuerdo entre EE.UU. y Cuba que incluye la liberación del estadounidense Alan Gross y tres cubanos encarcelados en Florida por espionaje. Según los funcionarios, el Papa Francisco jugó un pape Obama insistiese en la centralidad de medidas para facilitar el comercio —las instituciones financieras de EE UU podrán abrir cuentas en bancos cubanos— y los viajes: como en la España
el clave en las conversaciones de normalización de las relaciones con Cuba.